Y era yo que no podía olvidar su aroma, la encontraba en cada olfato.
Sabía donde encontrarla, pero no podía irme, era más fuerte que yo.
Mi familia(que me crió) me alimentaba y me proporcionaba calor.
Por mi parte no podía evitar expresar mi felicidad ante cada caricia.
Comodidad, entendés? dije ¿Estás cómodo? me preguntó ella
No sé, yo era fiel.
Hacia pis donde me enseñaron, obedecía a lo que me enseñaron a los golpes.
Pero el pecho se me infló, sabía que era mi día.
No podía gritar. Me costaba respirar, la cola se me metía entre las patas.
No quería pensar mucho, cada pensamiento riega mis miedos.
Solo hacen tropezar la naturalidad.
Así que solté mi correa y eché a andar para un solo camino.
No me despedí pensé, supongo que me entenderán.
Aunque ya era hora de pensar en mí.
Confiaba en ella, me estaba esperando seguramente.
En el parque del barrio que pasamos una vez. Ahí tiene que estar.
Corrí al máximo de mis posibilidades.
Como el paisaje de un tren en movimiento, pasaron todos mis recuerdos.
Cada vez más rápido, tuve que ladrar. Emoción, Adrenalina, Incertidumbre.
Estaba vivo y la estaba yendo a buscar a ella.
Cuando llegó la veo a ella muy relajada. Esperándome, ladré de felicidad, pensé que mi cola podía salirse de desesperación.
Ahí estaba y me recibió sin preguntarse nada, Me recibió sin prejuicios, logro sedarme rapidamente.
Libertad era su nombre y se deslumbraba de belleza ante mis ojos. No me dejó ir de su lado.
Ahora estoy un poco ciego y rengo. Mi ladrido ya no asusta. Pero nunca voy a arrepentirme del día que la conocí a ella, me dio algo que nadie me podía dar.
Me devolvió a mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario