jueves, 3 de julio de 2008

El amor no ama a nadie

Quise tocarte pero no llegué, extendí mi mano hasta lugares inalcanzables. Con un sacudón me negaste eso que Dios había creado para mí. El vacío me estaba matando, las fuerzas habían quedado despilfarradas por el camino. Mire hacia atrás y otra velas mire desvanecidas en forma liquida sin espesor, difícilmente volvería a ser amigo mío nuevamente. La bronca de la injusticia lastimaría cualquier posibilidad de cariño interno. Jugaste tanto conmigo que mi alma se confundió y despistada se marchó a un lugar tan escondido de mi cuerpo que ya nadie la encontraría.
Una murga rasgo tanto los tejidos internos que a las noches les costaría sanar. Los deseos escondieron su cabeza buscando un alma más apiadada. Y volviendo a buscar en lugares tan ajenos a mí, golpee mi cabeza contra una pared. La sangre que caía por mi pomulo izquierdo no me detendría de ninguna manera. Las miradas frías, lejos de anestesiarme los golpes, me penetraban y mis defensas no podían resistir más tant injusticia.
Cuando parecía que un golpe más me dejaría knock out, vino esa masa, que como un martillo se enterró en mi cien, rompio mi craneo generando un agujero en mi. El esfuerzo por ocultar esa herida era todo mi objetivo. Otra vez aquel ser ajeno era más fuerte que yo. Me estaba liquidando y mis fuerzas por el suelo dejaban que me liquides lentamente. Me hacía bien verte bien. Taladrando cada hueso que cubría mi cerebro, llegaste a dañar partes irrecuperables.
El dolor había pasado el sol aparecería, llegarías vos que me salvarías la vida. Pero un poco de temor ajeno, me alejaba de vos. No podría resistir otro rechazo impune. Así fue que me abriste las ventanas y cuando vi ese cielo azul de tus ojos, me tire sin salvavidas. Creí en vos y la mejor vida que podrías darme. Todo el amor que venía acumulando lo desplegaría en aquella sonrisa que me derretía.
Salte por tu ventana, el riesgo asumido sin duda me reconfortaría. Ya había tomado el impulso, que no tenía vuelta atrás. Me encontraba volando, en el cielo se olía de esa forma. Supe lo que los jazmines sienten cuando la primavera llega a sus vidas. Entendí como se sienten las aves que alcanzan el primer vuelo.
Cuando llegué al punto más alto de mi vuelo, mire para abajo y el temor hizo recoger mis alas y nada había bajo mis pies. Había dado todo por ese salto, tu imagen lo merecía.
Sin darme cuenta y a toda velocidad comencé abajo, mis piernas temblaron y un rácimo de pensamientos paso por mi mente, la oscuridad me dijo “el amor no ama a nadie”. Hizo rápidamente poner mi cabeza debajo de mis pies. La velocidad que tomaba hacia abajo era desconocida. El viento lograba despejarme. Rogué por lo más querido que tenía perder el conocimiento. Pero otro pensamiento negativo nublo mi vista y recordé no tener gente amada. El fin del vuelo estaba a dos centímetros de mi cabeza y lo estaba sintiendo. Ya era demasiado tarde.
Logré escuchar un sonido, más fuerte que el golpe que mi madre me había propiciado aquella vez que llegue tarde. Senti como los huesos de mi cabeza se astillaban hasta hacerse cenisas. El craneó fue hecho polvo y yo seguía consciente. Papidamente, mi cerebro se hizo papilla, era como pure desplegado sobre aquel afalto. Mis ojos se dividieron y mi ojo izquierdo salio rodó hasta el hueco de una alcantarilla. Los hombros tocaron el píso con mi cabeza totalmente destrozada. Por fin dejé de sentir dolor. Ya no sufriría más por amor.

1 comentario:

pablo dijo...

muy bueno eso che!, pero revisá que tiene varios errores ortograficos. salú!