miércoles, 20 de enero de 2010

Cusco 11 . El comienzo del Final

Nos despedimos del hombre, le agradecimos la charla. Bajamos del restaurante y Meli me dice contentísima. “Yo ya estoy hecha con la charla, era lo que necesitaba”. Yo estaba todavía energizado por el Machu Pichu a pesar de no haber dormido nada así que primero entramos a un bar que quedaba debajo del boliche “África Mía”. No nos gustó, así que decidimos ir a otro que ella conocía. Cruzamos toda la plaza, caminos unas cuadras alejándonos de centro de Cusco. El bar que ella quería estaba cerrado y el lugar era desolador y oscuro. Seguimos caminando, pasamos por un lugar y ella saluda a un portero de un edificio desde lejos, diciendo que siempre la cuida. No lo entendí mucho.
Llegamos a una esquina de un lugar un poco turístico y había música en vivo. Pero seguimos caminando unos pocos pasos porque escuchamos la canción “Come together” de los Beatles, era tras una persiana que llegaba hasta el suelo. Abro la persiana y estaba la espalda del guitarrista, supuse que esa no era la entrada, o que no había entrada, comenzamos a buscar la entrada, hasta que un grupo de personas entra por la persiana. Entramos decididos. El bar era acogedor, me encantó, había que bajar cuatro escalones, la banda tocaba entre la gente tirados en sofá. La gente estaba en fraternidad y cordialidad. Sentí una comodidad increíble, la cara de Meli no era igual que la mía, no era su onda. Ella se pidió una botella de cerveza, yo nada por ahora, dije. Ella tomó dos traguitos y no quiso más. Parecía no haber un mozo o moza fija, el que estaba por ahí te atendía, tampoco había buena división entre lo que era barra y lugar. Era como el living de una casa de Cusco. Cuando sonó “Waiting in Vain” de Marley, no tuve más remedio que levantarme y ponerme a bailar. La gente que consumía humo recreativo estaba menos ida que yo. Mi cuerpo se deslizaba, cada tanto nos mirábamos entre los que bailábamos y nos reíamos. El lugar y yo estábamos fundidos.
Pero había un problema, Melissa estaba totalmente incómoda a notar por su cara. Además cuando mi buena onda se acercaba a ella, se alejaba como que no quería nada conmigo. Me bajaba un poco, así que le pregunté “Querés ir?”. La pregunta era ambigua. Si ella me decía yo me voy, creo que no me importaba. Ella fumaba mucho y no estaba bien ni conmigo ni con ella. “No, es tu última noche. Nos quedamos un rato más.”. Ok, le pedí un beso, ella se negó. Me molestó un poco pero seguí bailando y cantado. Después de dos temas más la cara de Meli era insostenible. Por lo que salimos del lugar. Le pregunté que le pasaba. Que no le gustaba esa onda, que a su hermana le hubiera encantado pero ella es otra onda. Le pregunté había buena onda? Sí, la mejor, me respondió. Que hay mejor que eso? Lo pensó y me dio la razón “Nada”. Bien, nos fuimos a la cola de un boliche que había muchísima gente. No, ni locos. Había otro lugar que nos habían ofrecido entrar antes.
Caminando por la plaza central… escúchame Meli, que te pasa por que ponés el freno de mano conmigo. Por qué no me das un beso.
Porque no me gusta estar así pegoteado, no hace falta, no podemos pasar la noche como amgos? No, le respondí secamente. Qué? me miró. No puedo andar limitado, te alejas hasta de mis caricias y eso me pone mal. Sin terminar la charla entramos al lugar y nos pusimos a bailar.
Meli no paraba de fumar y bailaba, yo intentaba ponerle la mejor onda pero cuando me acercaba a ella, se iba. Cuando quería bailar cerca de ella se alejaba. Le pedí, salir un segundo para hablar.
- Meli, no está bueno esto que me está pasando, no me gusta, me pone mal.
- Por qué, no podes solo bailar y listo.
- Pero explícamelo, no entiendo, en serio.
- Hoy conocí a un Jorge por ejemplo y si hubiera querido que pasara algo me hubiera ido con él. Ayer todo bien, porque surgió pero hoy ya es mucho.
- Entonces es por el chico que conociste hoy?
La gente nos rodeaba y querían escuchar lo que hablábamos. Nos mirábamos con cara de “que pesados” y nos íbamos para otro lado. Y venían otros nuevos a querer escuchar, se paraban cerca o pasaban caminando lentamente y nos miraban. Nos fuimos a la entrada de un hotel.
- Yo no puedo seguir así, sin que esto fluya, porque soy así, a mi me gusta abrazar, acariciar – le reproché.
- Pero a mi no me gusta todo pegajoso.
- Ah yo soy pegajoso? – mi tono era de indignación.
- No, para nada.
- Bueno, creo que ya fue, creo que cada uno debería seguir su camino – le dije.
- Que quieres decir?
- Que fue, lo nuestro no puede ser. Bromeé. A mi no me hace bien estar así con vos, me siento rechazado. Prefiero irme. no sé adonde.
- Bueno, mirá, la verdad es que no quiero que mi viaje sea una antes y después de vos. No quiero que sea el viaje en que conocí a Darío.
- Eso te lo puedo entender
- Ademas termine con una relación hace poco, entendes?
Estas últimas palabras las entendía y me sonaron sinceras. Bajé mi guardia. “Y que hacemos?”, estábamos tildados, yo tiraba más para irme. Pero ella tiraba más para quedarnos en ese estado. No sabíamos que hacer, yo estaba dolido y angustiado, al principio tenía ganas de irme a bailar solo, pero con las últimas palabras de ella, estaba conmovido. Nos abrazamos un rato largo.
- Quiero conocer tu hostel – me dijo sorprendemente ella.
- Para qué? Puede llegar a ser muy histérico todo eso – le dije sorprendentemente yo.
- Vamos en taxi – dijo Meli, sin responder a mi intimidatoria pregunta.

Llegamos a la casa y ella estaba muy natural, dijo que al final mi hostel no era tan malo como pensaba. Yo desarme la cama y me acosté sin saber lo que podía pasar. Estábamos los dos muy relajados. Ella se metió también en la cama y se acomodó muy cerca de mí. Comenzamos a besarnos y la temperatura comenzó a aumentar en ambos cuerpos. Yo estaba disfrutando de su dulzura, era una ensalada de caricias, besos y respiraciones agitadas.
Pero ella interrumpió: hasta cuando vas a seguir con esto, no da. Vamos a hacerlo y listo, como lo que somos, esto que no somos nada y fue. Su mente no paraba de hablar, a mi no me gustó nada. Y siguió diciéndome que éramos casi desconocidos y que no había nada entre nosotros. Yo entendí que era su mente aclarándole al corazón que no sienta nada. Pero de todas formas me dolió. Y de mi boca salió algo que me sorprendió hasta a mi mismo. “Cómo lo estas planteando no me interesa hacerlo, no tiene sentido”. Hacía diez minutos estábamos discutiendo en la plaza y la frase que dijo me desalentó mucho, así que me di vuelta. De todas formas esperaba que ella haga algo.
Me dijo, bueno, si no vas a hacer nada entonces puedo sacarme la ropa. Y se quitó el pantalón. Chan, yo no pude evitar darme vuelta para ver sus piernas. Eran hermosas, tanto, que aceleró a máxima velocidad el curso de mi sangre. Al poco tiempo ya nuestros cuerpos se estaban conociendo íntimamente. Pero íbamos a ritmo diferentes y mis movimientos eran muy bruscos para ella. No lo resistió más, ni siquiera llegamos a despegar que ya me echó de ella.
Me quedé a un costado y comenzó a llorar. Yo le secaba las lágrimas y la dejaba que llore, le hacía bien. Me dijo que con su ex novio tenía piel y que se acordaba de él, pero que conmigo no. Una vez que se calmó un poquito, le dije que estaba bien que era lógico y le pregunté por qué había cortado con su ex novio. Me dijo que su ex novio, le decía que cuando ella hablaba de su ex ex novio le brillaban lo ojitos.
OK, ya tenía mi conclusión pero espere un ratito más y le pregunté si quería escuchar lo que pensaba. Me respondió afirmativamente. Le dije que era todo lo mismo. Lo que le paso con su ex novio, en otra escala a lo que pasaba conmigo. Tenía alma de tanguera, que todo pasado fue mejor y no acepta el presente. No se lo dije pero lo pensé, cuando este con otro chico iría a pensar que yo era mejor que él. El presente es inevitable y hay que aceptarlo. Me dijo que tenía razón, pero que había sido muy brusco. Ahora ella tenía razón, le pedí disculpas, y le dije que son cosas que pasan cuando dos cuerpos se conocen, pero era algo que yo tenía que corregir. Es hora de dormir.

martes, 19 de enero de 2010

Cusco 10 - cada uno tiene algo que hacer

Terminé de comer y me senté a escuchar una banda de música autóctona en vivo. Le tocaban a los que comían en un restaurante caro. Me senté en la calle, en un costadito, hasta que terminó. Después fui a la placita central de Aguas Calientes. A diferencia del resto de los pueblos las calles que rodean la placita no son transitadas por autos, es solo una fuente, con algunos comercios y una iglesia muy chiquita. Entré y había un gran Jesús con la piel color obscura.
Fui a recorrer los mercaditos de Aguas Calientes, quería llevar algún regalito, para Melissa. Encontré miles de las piedras que le había regalado, ya no era especial. De todas formas, no estaba seguro de volver a verla, pero en ese caso podría ubicarlo en otra persona. Meli, es difícil para regalar, le compré una binchita lila que me pareció linda.
En media hora saldría mi tren de regreso a Cusco, así que me dirigí a la estación. Me encontré con el mexicano, amigo del venzolano Nahuel. Me comentó que una chica se había accidentado. Fingí que me interesaba su charla. Luego Nahuel pasó a unos metros de distancia, podría haberme acercado para pedirle el mail y así tener mis fotos del Machu Pichu, pero decidí alejarme de ellos nuevamente. Me subí al tren, otra vez el mexicano se me acercó para despedirme, era buena onda, pero ya me cansaba su cara. Chau, chau… Sisi, hasta el próximo viaje… en otra vida… pesado…
La chica que me pedía el pasaje me pareció muy linda, era morocha y con cara de muñequita. Le dije algo como para no pasar desapercibido pero ni me registró. Los asientos eran de dos enfrentados a otros dos. Ya estaban todos sentados a mi me tocó ventanilla, enfrente de una chica de hermoso pelo y lindas piernas. Estaba con su hermano, era fácil de distinguir por su similitud y relación. Al lado mío un muchacho, que rápidamente se pidió una botella de vino. Hablaba muy bien español, pero era de algún país cuya lengua no era el español.
Arrancó el tren de vuelta, el hermano de mi vecinita de enfrente se durmió enseguida. Y con la chica nos empezamos a rozar con las rodillas. Yo chequeaba si era casual que ella se apoyaba sobre mí, entonces cada tanto separaba mi rodilla de la de ella y venía hacía mí con su rodilla. Comencé a excitarme, más de aburrido que por otra cosa.
En un momento ella vio algo, le quería comentar a su hermano pero dormía. Entonces le pregunté “Que hay?”. “Nevi”. “Que?” le repregunté. Me señaló, había nieve en la cima de la montaña. Era brasilera, el chico que se sentaba junto a mí, que ya estaba con la boca aceitada por la botella de vino, comenzó a hablar también. El flaco era de Francia y vivía en México. Ella había vivido en Canadá, así que hablaba francés. Se pusieron a hablar en francés. No entendía nada, buenísimo: yo inicié la charla porque tenía ganas de hablar con piernitas y la flaca se pone a hablar con el francés. Me vino el mal humor y me fui al baño. No tenía necesidad pero quería irme de ese panorama desalentador.
En el camino estaba la chica que me había gustado antes de subir al tren, vendía bebidas. Le dije que estaba tremendamente aburrido y me dijo imaginate yo: todos los días ocho horas por día. Vivía en Cusco, yo pensé que la gente de Cusco no podía ser infeliz. Igual creo que su infelicidad, tenía similitud con la felicidad de la Capital de Buenos Aires. Era muy simpática, charlamos fluidamente. En seguida surgió el tema de hoy a la noche, estaba a punto de invitarla a algún lado, pero vino su compañero de trabajo. Y ella cambió. Me pedí un Gatorade de Manzana, tenía mucha sed. Era transparente, raro pero rico y fui a sentarme.
Cuando volví, el hermano se había despertado y me recibieron con buena onda, pensé dos cosas o me extrañaron o yo estaba con buena onda. Les ofrecí Gatorade y no querían, tenía cereales, tampoco querían, me dio gracia que no querían nada mío y comencé a ofrecerles cualquier cosa que supuestamente tenía en el bolso. Entendieron el chiste, el hermano de ella se reía mucho. Se hizo liviano el resto del viaje.
El tren nos dejó en Poroy, cuando bajé me acordé de la chica que vendía bebidas, pero ya era tarde. Con el francés tomamos un taxi, hasta Cusco. El taxista o remisero, nos explicó que a Cusco venían todos los famosos, era muy cholulo… Que Tierry Henry tiene una hija en Cusco y no se que… Le cambié el tema, tenía una duda: “Todos eran Incas, porque entendí que el guía dijo que solo podían ser Incas los que eran sabios y fuertes”. Me dijo que era guía y me dio una explicación larguísima, interesante pero no respondió mi pregunta. Era muy agradable de todas formas. Llegamos y el francés le dejó diez soles de propina. Lo que yo pagaba por noche. Nos pasamos el celular con el flaquito para vernos a la noche, una excusa para despedirnos con buena onda.
Apenas llegué desde la plaza central fui al baño de Mcdonalds, que era mejor que el mío y llamé a Melissa.
“Hola Meli?”, era impredecible lo el tono de su voz en la respuesta. “Holaaaaa, volviste??” me sorprendió la buena onda. “Si volví con ganas de verte. Venís a la plaza?” le pregunté con mil pilas. “Recién llegás? No te vas a bañar?”. Tenía razón. Me baño y te llamo.
Volví a mi Hostel y me encontré con Miguel. Miguel tenía cara de perro mojado, con la cola entre las piernas. Se sentía mal por no haberme cumplido todo. Apenas vi esa cara, le dije “Todo espectacular, loco. Mil gracias por todo”. Le cambió la cara y los dientes sobresalieron sobre el joven rostro color café. “Ah te dieron desayuno y cena?” No, no… le dije. Pero no importa, el resto fue increíble. Miguel, se estaba exaltando. Si me hubieras avisado con más tiempo te conseguía todo, todo, todo perfecto. Que lindo que era. Está bien, mañana me invitás un desayuno y listo. Dale! Vino su novia también, y les conté un poco sobre lo que había vivido en Machu Pichu. Los dos me escuchaban y cada tanto se miraban y se reían.
Me bañé, como Meli quería, pero demoré un montón. Bajé y eran las diez y media de la noche. Melissa, me llama y me dice con un dejo de molestia: estoy en el bar de enfrente de la Plaza en un balcón. Me resultó raro, porque hacía mucho frío y llovía, además yo tenía ganas de ir ver a una banda en vivo que había visto yendo para el hostal, con música Afro. Pero acepté y fui para allá.
Salí con el pelo mojado y tenía mucho frío, hacía mucho frío. Encontré el bar y subí. Llegué y Meli estaba afuera con la campera puesta, yo estaba con mi pullover azul. Meli estaba tomando su clásica copa de vino y charlando con un hombre mayor. Me senté en la barra del balcón, interrumpiendo la visual entre el señor y ella. Ella me presentó al hombre, él es también argentino, de Córdoba. Le di la mano. Tenía ojos claros y estaba tomando un café. Cuando me senté, tenía frío y notaba algo de incomodidad en mí. No lo entendía por qué. El hombre pidió la cuenta, y en ese momento me di cuenta que quizás estaban charlando amigablemente y llegué yo y todo se rompió. Inmediatamente, le dije a Melissa que me iba adentro, no quería que el hombre se vaya porque yo había llegado. Ella lo entendió también y me dijo, dale yo me quedó un rato. Agradecí mi sensibilidad.
Me pedí un agua con gas y un pan con queso, que tenían nombre especial para cobrarlo más caro. Pasó el tiempo, yo miraba para la puerta esperando que Meli entrase y que el señor se retirase. Me pedí una copa de vino, había comenzado a estresarme. Es decir, quería que terminaran de despedirse, no que se sigan conociendo hasta que terminen juntos en la cama. Mi cabeza tenía pensamientos que no estaban buenos. Así que me llevé la copa de vino, nuevamente afuera.
Apenas entré escuché que él estaba hablando sobre Bolivia y me miraba cuando hablaba integrándome a la conversación. Me senté y al ratito traje el pan con queso y el agua. La voz del señor era interesante y pausada, muy intelectual. Cuando contaba sobre Bolivia, contaba cosas como: De repente el micro paró para que todos hagan pis en el medio de la ruta. Lo comentaba como algo gracioso yo me reía pero por dentro me hacía un poco de ruido. Melissa contó sobre la suciedad de la plaza central en Navidad. El dijo que Bolivia es mucho peor. Yo le pregunté con total sinceridad: Cómo te pega cuando ves la pobreza? La charla era muy amena y de verdad quería saber como ve otra gente la pobreza, solo para apreender y ver que me respondía. Lo ayudé a responder: “Es decir, te pone mal o te sirve para hacer algo o solamente te sentís indiferente?”
El respondió pero los trataba como ignorantes, como que no tenían educación y que eran víctimas. Meli, contó que hay gente que no se deja ayudar. En un momento ella dijo, somos todos uno, somos hermanos. Me gusto escucharla decir eso. Después ella dijo que le molestaba la gente que no quería progresar, no querían trabajar, que esa gente había que separarla para que no contagien al resto. Mi boca empezó a hablar sola y el hombre culto y Meli, escuchaban con atención. Hablaba con pausa y serenidad, como hablándole a niños . No tenemos más educación que ellos, tenemos otra educación, hay que acercarse a ellos y ver que puede hacer cada uno. No hay que separar, al contrario hay que escucharlos. El hombre me preguntaba para saber y que se puede hacer con la gente que no quiere trabajar. Se puede armar equipos, juntarlos con la gente que trabaja y que tengan una pertenencia. La explicación y la charla fue extensa y agradable, más allá que opinábamos todos diferente. El hombre me dijo que yo tenía que meterme en política. Porque si no va gente como vos al poder, si la gente con buenas ideas no le gusta la política por todos los problemas que esta tiene, entonces acceden los que usan la política para otra cosa. Yo le respondí que yo tengo otra forma de pensar, creo que tirar de la misma cuerda pero en sentido opuesto no nos va a llevar a ningún lado. Creo en algo más a largo plazo y que no tiene nada que ver con esto, es un camino nuevo.
La charla continuo, hablamos de la estatización, de Argentina, de lo lugares turísticos, que Meli iría para Argentina en el 2012. El hombre le recomendó lugares. La forma de hablar del hombre era como un poeta o filósofo. Contó que tenía un hijo de nuestra edad que era un gran empresario.
Entonces, comenzó a juntar todo para irse y Meli fue al baño un momento. En ese momento me pregunta, “a que te referís con el otro camino?”. Yo hice una pausa larga, creía que no lo iba a comprender. Anticipándole que él iba a pensar que yo era un volado una idea utópica: el otro camino es el amor. Cómo único valor. Entonces, todo el resto caerá y obtendrán la misma felicidad aquel que tenga auto como el que no. Porque los valores serán otros, es un camino muy largo, quizás no lo llegue a verlo yo, ni mis hijos el cambio total. Pero hay que fundar semillas de esto: que no se trata de tener más, sino de estar más feliz con lo que se tiene. Cada uno tiene una función en este lugar. El me aceptó esa última frase o todo, “Claro, cada uno tiene algo que hacer”.

lunes, 11 de enero de 2010

Cusco 9 - Montañas interiores

Me levanté un poco más tarde que las 4 de la madrugada planeadas. Todavía era de noche. Había movimientos en el hostal, en el resto de las habitaciones ya estaban despiertos también. Me di cuenta que llovía mucho. Me puse el máximo abrigo que tenía: el pullover azul, con cierre y capucha. Bajé, la chica de la recepción dormía en una cama pública. Llovía mucho y no tenía nada para que la lluvia no me invada. Antes de salir veo una señora parada del lado de afuera de mi hostel, mirando para adentro. Que vendía? Pilotos para agua, en ese momento me sentí como bendecido. Nada malo podía ocurrirme. Le compré uno y salí a la calle, no sabía bien para donde ir. Fui al kiosco que estaba recién abriendo. Compré muchos cereales, pasas de uvas y dos aguas. Sentía que iba a un lugar muy lejos. Encontré algunos extranjeros que estaban por ahí. Estábamos en frente de donde se sacaban los boletos para ir en Bus hasta arriba, el Machu Pichu. En el lugar llovía y nosotros esperábamos bajo techo. Abría a las cinco de la mañana y todavía no eran.
En ese momento, se empieza a formar una cola directamente en la casilla de venta de pasajes bajo la lluvia. Se forman varios, entonces había dos colas. Cuando se unieron hubo mucho tumulto, nadie quería ceder el lugar. Los que estaban enfrente justificaban haber llegado antes y los que estaban esperando al lado de la casilla, que se estaban mojando. Si le sumas los diferentes idiomas y las cinco de la mañana, me estaban generando muy mal humor. Yo me mantuve al margen de la discusión. Había un flaquito con su novia llegados después que yo, que estaba discutiendo con los de enfrente, pero se puso adelante mío salteando mi lugar. Estaban muy irritados, así que le hice una pregunta al que más tenía ganas de pelearse. “Sabes si el pasaje de bajada se puede sacar arriba o hay que sacar acá ida y vuelta?”. “Sí, se puede, no hay drama te venden arriba también”. Se sintió útil, le cambió el humor y se olvidó de la pelea, funcionó.
Entonces, vino el micro y comenzó el viaje hacia arriba. Adelante mío había cuatro chicas, cortaron a tres en un micro y otra se quedo sola, y subió a mi micro. Pude, haberme sentado (del lado del pasillo) a su lado para conocerla, pero elegí abstraerme de todo y buscar un asiento con ventanilla.
El micro viajaba rápido por caminos muy angostos. De vez en cuando, venía un bus de vuelta y los dos no entraban, así que el que venía daba marcha atrás hasta encontrar un camino grande. El de ida tenía prioridad. El paisaje no era real, montañas enormes, con cataratas, lagos espejados, nubes que dividían la montaña en dos. Pensé que tranquilamente ahí podían haber habitado dinosaurios en su época. Eran tantas las fotos mentales que se me acababa el rollo.
Luego de cuarenta minutos, llegamos. El micro nos dejó en un clásico lugar para sacar la entrada y hacer el chequeo. Bajamos y había una cola opcional que no entendí, ni pregunté, la salteé y fui a dejar mi bolso en el guardarropa. En ese momento comenzó una angustia terrible a crecer en mí. Eran las cinco y cuarenta y mi guía venía a las siete y cuarenta. El tenía supuestamente mi entrada que era muy cara por lo que no podía comprar otra. Aparecieron mis dudas: Vendrá? Sabrá que tiene que traer mi entrada? El flaco me va a guiar aburridamente solo a mí? Tengo que esperarlo dos horas en este sitio bajo la lluvia mientras que todos entran? Increíblemente estaba casi por ponerme a llorar, estaba totalmente arrepentido de haberle comprado todo con anticipación. Cuando de repente escuchó a un flaco decir: “Sí, mi guía viene a las 7:40”. Rápidamente fui a hablar, “por casualidad, tu guía se llama Miguel”. Me dijo “Sí, por suerte llegamos temprano para conseguir lugar para el Wayna Pichu”. Que alivio, todos los que estaban ahí estaban en mi situación, había que hacer la cola temprano para conseguir lugar para la otra montaña, en la cual solo entran doscientas personas por día. Me sentía tan contento con ellos que no paraba de hablarles e intentar caerles bien. Se llamaba Nahuel y era venezolano, alto y morocho y un poco afeminado en su forma de hablar. Había viajado por todo el mundo y contaba cada viaje como un producto que había adquirido. Después de media hora, ya no me interesaba lo que hablaba pero mi agradecimiento no me dejaba despegarme de él y su amigo mexicano. No pude evitar aburrirme de los diálogos superficiales y casuales. Nadie decía nada interesante, yo tampoco. Me alejé para ir al baño, pero me cobraban un Sol la entrada al baño. Estábamos en el medio de la montaña, así que hice por ahí y ya no volví a unirme a ellos.
Me quedé sentados cerca esperando que venga Miguel, el guía se llamaba igual que el hostelero al que le había comprado el paquete.
Vino Miguel a la hora estipulada, muy puntual. Llegó y lo esperaban alrededor de cincuenta personas, pero apenas llegó lo primero que hizo fue preguntar, “Darío”. Me acerqué y me saludó muy cordial. Tengo tu entrada y tu lugar para ir almorzar ya esta todo listo. Relajo total. Gracias Miguel, hostelero.
Entramos, Miguel se fue con el grupo que hablaba en inglés, con nosotros vino Washington, “Washi”.
Entramos al Machu Pichu con todo el contingente. El guía comenzó a explicarnos todo sobre el Machu Pichu, para mí era interesante porque no se basaba en lo que se puede leer en los libros o en Internet. Le daba una vuelta al asunto y al final terminaba siempre con la frase: “Ustedes saquen sus propias conclusiones”. Mis sentidos comenzaron a agudizarse. Mi vista estaba siendo acariciada con una ciudad que se escondía bajo unas nubes, y se deslumbraba casitas de piedra y en sí, el Machu Pichu desde arriba, que significa Montaña Vieja o Antigua, también el silencio del lugar, solo roto por turistas. Había un aroma especial también. Hasta ese punto era solo lo que el Washi contaba, que me caía muy bien a diferencia de la otra gente que lo criticaba por no ser objetivo. Washi hablaba mal de los Españoles que intentaron conquistar a los Incas y de Hiram Birgman, una persona de Estados Unidos que se llevó todo lo valioso en material y simbólico para hacerle estudios y nunca lo devolvió. Llamativamente en Perú, su nombre es bastante venerado, hay varias plazas con ese nombre. Como diría mi amigo Washi, saquemos nuestras propias conclusiones…
El recorrido guiado me llevó al interior del Machu Pichu, rápidamente bajamos, estábamos pisando tierra que los Incas habían construido magistralmente. Washi la seguía rompiendo con sus explicaciones y yo que cada vez estaba más adentro del Machu Pichu. Había un agujero que se ve que los Incas usaban de Micrófono. Hablabas dentro de este y la voz se multiplicaba por diez. Las piedras indicaban las estaciones del año, los puntos cardinales, etc. Todo era de una inteligencia suprema. Había piedras que daba ganas de tocar pero Washi no dejaba.
Terminó el recorrido por el Machu Pichu guiado en una piedra que con mucha imaginación parecía un puma, símbolo importante para los Incas. Le había pedido al venezolano que me sacara algunas fotos ya que nunca tuve la costumbre de la cámara. Seguía teniendo deuda, con Nahuel. Me encontraba bien, pero necesitaba hacer mi propio camino en el Machu Pichu. A las diez de la mañana entramos al Waina Pichu(montaña nueva), la subida demoraba una hora. Entraron y Nahuel y el mexicano me esperaron para subir juntos. La verdad que no me interesaba su compañía. Ellos subían a un ritmo lento, así que me olvidé de las fotos que me había sacado Nahuel y de todo y aceleré la marcha y perdí todo contacto con ellos. La subida era cansadora pero le paisaje y el camino era energizante. Subí a gran ritmo, la cumbre era grande, pasé por una cueva y recorriendo la cumbre encontré una piedra inclinada que me cubría de la lluvia. Me senté debajo de esta, observé el paisaje desde arriba con fascinación. Comencé a meditar, pero mi rodilla estaba fuera de la roca y al alcance de la lluvia. Me puse de pie y seguí caminando hasta que encontré una casita Inca, no había muchos turistas alrededor, mejor. La casa no tenía techo, tenía tres ventanas. Generalmente los hogares Incas tenían tres ventanas, una para el cielo, otro para lo mundano y otro para la tierra o los muertos.
Me puse debajo de la ventana del cielo, según había explicado Washi en su momento. Daro, me había pedido que le dedique un Kriya, una respiración especial, en el Machu Pichu. Comencé a hacer el Kriya bajo la ventana en la cima de la montaña. Cuando inhalaba el aire era muy energizante. Mientras hacía la respiración, vino un grupo de turistas que por el acento reconocí que eran chilenos. “uh, mira…”, “Vamos a molestarlo, po” decían. Entraron a la casa y comenzaron a decir “Ohm”… Yo sonreí y se fueron sin lograr su cometido. El Kriya terminó y la energía que tenía era desconocida en mí. Abrí los ojos y me encontré nuevamente con la cima de la montaña. Fue un momento de hiperfelicidad. Tenía un poco de euforia. La lluvia no cesaba y comencé a descender. El común de la gente bajaba a otra velocidad que yo. Me sentía una especie de animal y comencé a descender como si conociera la montaña, no era respetuoso con la gente que bajaba, les pasaba por al lado a toda velocidad. Era muy divertido y no tenía miedo. Quizás alentaba a algunos que estaban subiendo o bajando el Waina Pichu .
Regresé al Machu Pichu al mediodía y me senté en un lugar que según Washi era un lugar Chill Out para los Incas, para descansar y airearse. Había dos niñas y sus padres jugando. En ese momento la frase de Eva, pasó por mi cabeza que me decía que no me preocupe, que ya voy a tener familia. Comencé a pensar que quizás mi camino no pase por tener hijos, quizás vaya por otro lado. La idea me llenó aún más de energía y fui a recorrer el Machu Pichu pero esta vez sin guía.
Fue mucho más emocionante, mi cabeza hizo una película de lo que era cada lugar. Es como leer un libro, la fantasía de la mente es mucho más interesante que lo que los ojos pueden decodificar. Sentía que había llegado a un sótano, creo que el lugar no era visitado por turistas, porque seguí investigando y, de repente, llegué a un lugar que había palas y artefactos modernos para trabajar piedras. Me vinieron algunas dudas, que tenía que resolver. Interrumpí a un guía que estaba con dos orientales. Cuanto de todo esto es reconstruido. Me dijo que el cinco por ciento del Machu Pichu fue reconstruido y que algunas piedras se las perfecciona. Aceptado.
Estuve por ahí, dando vueltas, me llevé una piedra que estaba en el suelo, piedra que había observado como una civilización se destruyó por completo por el ego humano.
Era la hora de bajar del Machu Pichu, lo estiré al máximo posible. Baje caminando hasta Aguas Calientes. El camino fue largo, pero mi cabeza estaba conectada conmigo y fue guardando impresiones que nunca más olvidaría. Fotos, lugares, olores, momentos, pero ese lugar tiene algo más que es inexplicable, se puede decir que es energía, pero creo que hasta esa palabra mística queda chiquita. Había muchos animales arriba, muchos pájaros sin árboles, me sorprendió. En fin, estaba totalmente confortable.
Llegué hasta Aguas Calientes y fui a almorzar al lugar que los Migueles me habían reservado. Me senté y todo perfecto. La comida era riquísima. Al lado mío se sentaron cinco chicas solas que se reían mucho. Yo estaba todavía conmovido. Tuve la misma sensación que el protagonista de “Diario de Motocicleta”, sentía nostalgia por algo que nunca había conocido >Ver VIDEO

martes, 5 de enero de 2010

Cusco 8 - Agua, Cielo y Tierra

Melissa estaba en un hostel de Monjas. Liderado por una Hermana muy estricta, que no la dejaba traer invitados a su habitación, menos hombres. Le dije si quería ir a mi hostel pero mis diez soles por noche eran muy poco para ella.
En el camino me llevó a ver un venado hecho con luces. Me dijo que en un momento parecía como que corría. Eran solo luces pero arrancaba despacito y después las luces de las patas se sacudían mucho, daba la impresión de velocidad. En verdad, me pareció solo porque ella me lo aclaró antes, cuanta imaginación, pensé. Me encantó que compartiera ese detalle de locura conmigo.
Llegamos por fin a su hostel. En la puerta estaba el cuidador. Hasta que nos abrió ella me miraba y se reía, parecía nerviosa. “Hola” y me agarra de la mano y me mete adentro con rapidez. Ya estábamos entrando. “Disculpe, señorita. El chico no puede entrar. La hermana…” Melisa no lo dejaba terminar… “No, pero está conmigo”, “Le digo que no puede entrar, se va a enojar mucho…”. “Tengo que mostrarle algo, dice que su hostel es mejor que el mío”. Habíamos jugado con ese tema pero no pensé que lo compartiera con el guardián. “No, no, no….” “Sí sí sí…” Entrá y me gritá que entré, yo estaba colgado. Fuimos a su habitación, ella me advirtió que estaba desordenado, estaba mejor que mi mejor orden. Nos besamos rápida y apasionadamente, nos tiramos en la cama. Yo estaba realmente excitado, pero no pasó de ahí, antes de lo que yo pensaba, ella cumplió con su palabra. Tenés que irte. No podes estar acá. A mi me costó aceptar, pero ella se incorporó y me abrió la puerta. Cuando salgo veo al guardián a dos metros de la habitación. Se va corriendo, para que yo no lo vea. Me voy de su hostel, con la promesa de ella que mañana me llame tempranito para ir a sacar su pasaje al Machu Pichu y así viajar juntos.
Salí y no sabía adonde estaba, así que me tomé un taxi, por tres soles. Es el valor mínimo, hizo cuatro cuadras y me dejó en mi hostel. Dormí muy plácidamente, estaba perfecto y sin pulgas.
Me levanté temprano, me bañé, respiré y la llamé. “Hola, Meli… como estas?”, “Bien, vos?”. Mi voz pretendía ser dulce y contento, pero la de ella era normal. “Nos encontramos en media hora en la plaza central, dale? “Si, dale!” me respondió ella animada hasta cierto punto. “Llevá todo para sacar el pasaje”, aclaré por las dudas. “No, me arrepentí, no voy a viajar”. Balde de agua, pero no le insistí, ni le pregunté por qué: Ok, querés que nos veamos de todas formas? “Sí”, me dijo ella.
Nos vimos, ella estaba por entrar a desayunar a un Mcdonalds en Cusco. La combinación me desagradaba, le pregunté si podíamos ir a otro lado que había visto de camino a encontrarme con ella. Fuimos y el lugar era hermoso. Pero nos dijeron que a partir de las 11 am no hacían desayunos. Muy mcdonalds. Nos fuimos a otro lugar después de caminar mucho por el centro de Cusco. Ella tenía que encontrarse con una amiga que había conocido en el viaje. Se llamaba Shirley. Yo quería que se quedara conmigo, pero sus planes eran inamovibles. Pedimos unos licuados y unos panes con queso. Yo pedí licuado con multifruta. Meli, solo pidió de Mango. Yo no entendía. Teniendo todas frutas como solo de Mango… “No es re Mango tu licuado?” Ella se reía mucho. Estábamos pasando el rato como amigos, no había beso ni nada. Igual la metodología "amigos" partía desde ella.
Me mostró una carta que le había escrito a su amiga Shirley. Tenía mucho amor y agradecimiento. Estaba pensando "yo también quiero un regalito", cuando saca un collar de la Cruz Andina y me lo regala. Y esto es para vos. Para su ego me dice “Lo había comprado para otra persona pero te lo regalo”. Yo no paraba de mirar la cruz, nunca la había visto. Estaba realmente agradecido. La cruz es de piedra y tiene cuatro colores: blanco, celeste, negro y marron. Gran combinación. Para el que lo entienda... parecía el Rafa Gorgory cuando Liza le regala el trencito Chu-Chu-Chuuu. No paraba de decirle que me encantaba. Tenía otra piedra que había encontrado del último viaje a Larcomar. Era negra brillante. Se la regalé y le gustó, aunque no era muy demostrativa.
En ese momento, se largó una lluvia torrencial. La calle se inundó, parecía Venecia, creo. El barcito en el que estábamos desayunando tenía una música muy agradable y era todo de madera, afuera la lluvia. Algunos extranjeros que entraban y subían al piso de arriba. Y yo que estaba muy confortable con todo. Observé la Cruz que me había regalado al hombre que atendía el bar. Le pregunté que era y no me supo explicar muy bien. Meli me dijo ella sabía lo que significaba.
La Cruz Andina es la cruz que veneran los Incas. Tiene muchos significados. Tiene muchas puntas porque cada punta significa algo. Por ejemplo, la de arriba el cielo y la de abajo la tierra. Y en el medio tiene un agujero vacío. Es adonde tenemos que ubicarnos. En el centro, en el vacío. Tenían el concepto de “estar en el centro”, en el ser... muy desarrollado. Me pareció increíble que lo Incas buscaran eso yo busco cada segundo. Y además era un poco parte de la charla que tuvimos ayer en Navidad con ella. Yo le comentaba que este año que pasó, mis 28 años, el 2009, fue mi mejor año. Me pasaron muchas cosas, pero principalmente porque estuve más cerca de mí. Que sentía que me estaba encontrando y eso me daba mucha felicidad.
Además haberme encontrado me ayudan a encontrar a personas como Eva, como Meli. Simplemente es encontrarme a mí, en otras personas. Es reposar, relajarme.
Cuando Meli me explicaba agarraba la cruz que colgaba de mi cuello, muy cerca de mí y no pude evitar besarla suavemente. Ella no quiso más. Sin dudas algo extraño le pasaba pero se lo aceptaba sin cuestionarle.
Hubo un solo intercambio acerca del viaje. Arrugaste al final, le dije. Si, arrugue, me confirmo ella.
Me acerqué hacia la puerta del bar. Descansé sobre uno de los vértices, el agua bajaba por la calle como un río exaltado y la lluvia no amainaba. Meli se me acercó y me abrazó. La música de fondo y la atmósfera de Cusco hicieron el resto. Fue un gran momento. Había paz y armonía.
El momento fue interrumpido, por los licuados y el pan que llegaron a la mesa. Meli llamó a su amiga para irse. Comimos y tomamos rápido todo. Meli no tenía la misma paz que Eva, era más un torbellino con más fuerza que tranquilidad. De todas formas la seguí a su ritmo. En el camino vemos una tapa que se había salido de la alcantarilla. El agujero que se había formado en la calle era muy peligroso, así que metí mis piernas en el agua crecida y arrastre la tapa, que estaba pesadísima hasta el agujero. Melissa, me dice la buena acción del día. Me gané un rato más con ella. Me subió al taxi y me llevó a la plaza central. En el viaje ella me decía no puedo decirle a Shirley y su familia: “bueno, él es Darío. El chico que conocí ayer”. Meli era muy correcta, no se lo permitia en serio. Llegamos y le pregunté: Me tengo que bajar, no? Si. Me dio un beso liviano y me bajé del auto.
Estaba un poco triste caminando por la plaza central. Me sentía un poco desechado. Pero tenía el viaje al Machu Pichu por delante.
Me bañe nuevamente, el agua era tibia-fría y separé las cosas que iba a llevar al Machu Pichu, eran 24 hs. completas, así que era bastante.
Al bajar, le comentó a la gente del hostel que me voy a ir al Machu Pichu, me dijeron que ellos me arreglaban todo el viaje para cuando llegue allá. Guía, hostel, comidas y entrada. Les pedí un presupuesto y me fui a comer un omelet vegetariano y una sopa de espárragos. Estaba muy lleno. El dueño del restaurante era un buenazo, hablamos algunas cosas sin demasiada trascendencia.
Volví y Miguel, el dueño del hostel, me hizo un presupuesto igual al numero que tenía pensado gastar. Así que le acepté para que la persona que me dejo dormir por diez soles se haga una diferencia. Le pagué todo por adelantado, doscientos soles y no me dio nada a cambio, podía confiar en sus ojos.
Fui a la terminal de Ómnibus y me tomé una combi hasta Ollantaytambo. Viajamos una hora y media y a un precio demasiado accesible. El paisaje era alucinante. El resto de la tripulación dormía yo no podía dejar de apreciar todo. Las casas en medios de las montañas, me dejaban pensando. Las fotos mentales que sacaba eran increíbles e imborrables. Recuerdo la cara de una nena mirando la combi pasar, pude ver otro tio de felicidad en su rostro, era todo muy natural.
Llegamos Ollantaytambo, el lugar de donde salía el tren hacia Aguas Calientes, la ciudad del Machu Pichu. El sol ya estaba ocultandose, tenía dos horas en la ciudad esperando mi próximo tren. Entonces bajé a unas piedras, persiguiendo un sonido de agua natural y me encontré con una cascada que observé por largo tiempo en amplio silencio.
Me reincorporé y fui a la plaza central, ya era de noche, casi. En la plaza central de Ollantaytambo habían dejado todo apagado para que las lucecitas de navidad que tanto esfuerzo debían haber costado se lucieran. Me senté a meditar en la plaza central. Era muy chiquita y había muy poca gente, todo muy romántico. Se respiraba silencio y paz. Terminó mi corta meditación y fui a caminar por el pueblo. Me metí por veredas que solo pasaba una o dos personas de ancho, era todo de piedra. Estaba todo oscuro, la luz era lunar y las casas eran pura construcción incaicas. El lugar era un sueño, pero la noche, la oscuridad y la soledad, me daban un poco de adrenalina. En ese camino divise en frente mío a un hombre que parecía pasado de alcohol discutir con otro con acento agresivo. Pase por al lado de ellos e hicieron silencio, tuve miedo. Seguí avanzando y no me siguieron pero dejaron de discutir. Decidí volver a la plaza central.
Pasaron rápidamente las dos horas, mi tren llegó y partió. En el viaje dormí, bastante. Esperaba que Miguel cumpliera con su palabra y que esté todo listo esperándome cuando llegara a Aguas Calientes. No por desconfiar de la palabra de Miguel, pero me parecía demasiado estrés para una persona de Cusco, organizarme el viaje a un lugar que quedaba a cuatro horas de donde estaba él.
Llegué y me esperaba una chica con casi mi nombre: “Darío Miranda” y un guía estaba gritando mi nombre. Alivio, gracias Miguel.
Arreglé con el guía encontrarme a las 7:40am arriba y lo despedí. Fui al hostel acompañado por la chica que me fue a recibir y era bonito. Pero me dijo que no había comidas como habíamos arreglado (ni desayuno, ni almuerzo ni cena). Uh, llamé al número que había llamado por última vez pensando que era Miguel:
“Si, yo compré un paquete con comidas y en el hostal me dicen que no hay comidas reservadas. Quería por favor que me arreglaran todo”. Del otro lado de la línea le costaba entender lo que me estaba sucediendo, yo le exigía una solución, y de repente me encontré con un poder de resolución de la otra línea impecable. “Bueno consumí todo lo que tengas que consumir y tráeme los tickets, yo voy a ir a hablar con la agencia y sino hablo con la oficina de turismo para que te devuelvan todo el dinero”. “Wow, Muchas gracias. Me voy a dormir”.
“Dale, te quiero mucho. Un beso”… Te quiero mucho??? Que agencia más rara. No entendía, ah listo, había llamado a Melissa. La desperté nuevamente y le pedí, perdón. Se rió y se volvió a dormir. Luego llamé a Miguel y me arregló el almuerzo. Cena y desayuno del día siguiente perdidos, no me importaba.
Me fui a dormir tres horas para al otro día subir al Machu Pichu a las cuatro de la mañana.

lunes, 4 de enero de 2010

Cusco 7 - América Mía

Me levanté y prendí por primera vez en todo el viaje el celular. Era Jueves 24 de Diciembre a las 10pm hora Argentina. Si le sumaba dos horas, estábamos en navidad. Buenísimo, ya había eliminado la presión de no estar solo en Navidad. Salí de mi habitación y saludé con unas efervescentes “felicidades”, me miraron raro, miré la hora de ellos. Ah, eran las 10pm efectivamente. El celular tenía un sistema para poner la hora local que desconocía. No quería salir todavía, me fui a meditar media hora al cuarto. Fui al restaurante de la española que había conocido. Estaba cerrado. En eso, un hombre me para en la calle: "Argentino?" "Si" "Querés marihuana, cocaína?". Me causó “gracia” que asocie mi país a las drogas. En serio, me dice. Le contesté con mi cara de negación y un poco indignado.
Fui a la plaza central. Llovía y las únicas personas que había eran unas personas tiradas en un techo. No tenían nada que festejar. Podía haberme unido a ellas, pero tenían una energía muy baja. Me los quedé mirando un rato bajo la lluvia. Me dio pena pero no podía clavarme con eso. Yo tenia mucho que festejar. Buscaba un lugar autóctono, pero nada. Así que entré a un bar irlandés. Pedí comida y la cocina ya estaba cerrada. Salí rápidamente del lugar, caminé entre las personas sin hogar nuevamente, miraba los rostros, eran rostros perdidos. Mi sensibilidad me dio tristeza así que evadí la situación, no tenía ganas de deprimirme en Navidad.
Entré a un hostel, lleno de turistas también. Hay comida? Si, obvio. Doy una vuelta recorriendo el lugar para encontrar el baño e inspeccionar el lugar.
En el análisis, tenía para pasar mis navidades con una pareja y una chica que estaban en la barra o con una chica sola.
Elegí a la chica sola sentada en la barra. Tomaba su vino y fumaba cigarrillos.
La chica, era muy linda por lo que se veía. Me senté a su lado, en realidad, dejando un asiento de por medio, para que no sea tan obvio.
Dejé pasar un tiempo en silencio, ella me aceptó corporalmente, había notado mi presencia.
Yo estaba apático, creo que me había dejado mal ver las navidades de otras personas sin nada para festejar.
Luego del silencio, lo interrumpí yo con un “como yo, sola en navidad?”. No sé me ocurrió nada más inteligente. Había pocas probabilidades que hable mi idioma. Igual me respondió en español. Sí, sola y contenta. Ok, quizás le molestaba hablar, pensé, pero se refería a sola sin familia. Era muy joven y tenía una belleza fuera de lo común.
Sus ojos estaban rodeados por largas pestañas, su boca tenía los labios perfectos, la dentadura también, y la nariz era muy finitia. El pelo lacio y largo. El cuerpo hacía armonía con su perfecto rostro.
Cuál es el que me falta? Me señalo una foto de los Beatles y me dijo. “John, Paul y Ringo”. “Harrison” le respondí.
Sabías que Paul murió en el año 65. Hablamos sobre el mito que dice que Paul Mccarteny fue remplazado por un doble para que no baje la fama de los Beatles. Yo era muy escéptico al respecto. No me imaginaba John permitiendolo. De todas formas sirvió para conocernos un poco más, por ejemplo que su nombre era Melissa y que era de Lima.
Le dije que estaba contento de pasar mis navidades con ella. Entramos en confianza muy rapido. Le conte que iba a ir a Machu Pichu maniana y ella dijo que podría venir conmigo. Rápida y amenamente se hicieron 25 de Diciembre a las 0hs. Yo me había ido a la ventana a ver los fuegos artificiales de la plaza central de Cusco. No había mucho por la lluvia. Pero en eso me tocan la espalda suavemente. Feliz Navidad, era ella que me había venido a buscar para brindar. Brinde con ella en cusco, estaba muy bien. Le dije que se quedara conmigo viendo la plaza pero me dijo que le tenía miedo a los fuegos artificiales. Que ternura. Nos fuimos a sentar. Al rato viene una pareja y se sienta al lado nuestro en la barra. Les pregunté si conocían la historia de Paul y me dicen que “Sí, obvio”. Quizás en su país era más conocida, pero eran dos hermanos argentinos también.
Melissa, de repente, sin haberlo consultado conmigo, le dijo a la pareja que íbamos a ir a un boliche, que si querían nos encontrábamos ahí. O sea me incluyo en su tour a bailar. Me puse contento internamente.
Los argentinos se despidieron, y nosotros bajamos. Con Melissa tomamos dos copas de vino y yo ya estaba bastante mareado. Bajamos a la Plaza de Armas y la cruzamos caminando muy juntos sin abrazarnos: mezcla de mareo, frío y ganas de estar cerca del otro. Les compré unos chicles a unos chiquitos por dos soles. Les di uno a cada uno, los chicos querían dos soles cada uno y Meli se enojó conmigo y con los chicos, les dijo que no le iba a comprar nada por desagradecidos. A Meli no le gustaba dar plata a la gente que pide, decía que es alimentar la carencia. Yo le dije a que mi me gustaba dar. Durante todo el viaje siempre que vinieron a pedirme monedas, de alguna forma algo les daba. Ella no entendía por qué, yo no se lo podía explicar bien.
Llegamos al boliche que se llama Africa Mía, ni bien entramos fuimos a la barra a pedir un trago. No nos atendían, por lo que Meli, se pasó del otro lado de la barra y le tocó el hombro al barman. El flaco se sorprendió, creo que nadie había hecho antes, le pide que vaya para el otro lado de la barra. Después hacía como que atendía a la gente. Era muy divertido. Nos trajeron el trago y lo pagamos. Nos fuimos a la pista a bailar. Meli bailaba muy bien y me miraba cuando yo bailaba, lo estábamos disfrutando mucho. Por momentos nos olvidábamos que había más gente, había conexión entre nosotros, mucha. En un baile comenzamos a posar nuestros rostros cerca del otro. La situación la cercanía de caras se prolongo. Yo anhelaba mucho un beso, así que puse mis labios cercas de los de ella. Y ella no se alejó.
Entonces las puertas del cielo se abrieron y mis labios rozaron los de ella. Había total dulzura en el ambiente. Fue un beso cálido, donde nuestras bocas se estaban conociendo. Mis labios repercutían con sensación de bienestar en todo mi cuerpo. Mi mejor Navidad estaba sucediendo. Gracias Jesús! Seguimos bailando, por largo tiempo. Había momentos en que solo nuestras manos bailaban en un trance profundo.
Los besos habían amainado y yo ya tenía ganas nuevamente. Entonces le pregunto “me das un beso”. “No”, me dijo seriamente. Me sentí afligido. Me fui solo a pedir un agua a la barra y pensaba que hacía alrededor de tres horas que estábamos todo el tiempo juntos. Quizás estábamos un poco alienados. Así que me quedé un ratito por la barra y después me fui al baño. Habían pasado unos quince minutos, volví con ella. Ella estaba tomando sus cosas para irse. “Adónde estabas? Por que me dejaste sola?”. Ella estaba realmente mal. “De repente me vi en este lugar y sola…”. Me desubicó, la pensaba más independiente, y que no me había querido besar la última vez porque estábamos muy pegados. “No lo hagas mas por favor” me dijo. Nunca un reclamo me cayó tan bien. “Obvio, perdóname”. Nos besamos nuevamente. Entendí que a Meli no le gusta besarse mucho en público.
Nos fuimos del lugar caminando por la noche de Cusco. Quise besarla y me dijo. “No me gustan las parejas que se besan en la calle”. Coincido bastante con ese pensamiento así que tampoco la besé. Le dije que quería dormir con ella. Ella me dijo que mañana venía conmigo al Machu Pichu. Es decir íbamos a dormir juntos en Aguas Calientes que es el pueblo que queda debajo.
De todas formas, me invitó a su hostel a que lo conozca.