viernes, 15 de agosto de 2008

Rasgar el alma

Mi teléfono sonaba a la madrugada, atendí sorprendido. Una voz me dijo que tenía que ayudarlo. Me dijeron si podía ir a la casa. Me llamó la madre, me pareció más raro todavía. La madre? Quizás era la hermana, pero corté rápido el teléfono y sin pensarlo fui a su casa. El camino era conocido y corto. Mientras manejaba no me imaginé nada, solo me dirigí a la casa de él sin dejar que mi cabeza como es habitual comience a hacer sus adivinanzas, a funcionar en forma exagerada. Así fue que llegué tranquilo. Toqué el timbre y la puerta se abrió. Conozco la adicción que él tiene, lo siento un poco perdido pero nada grave, nada de lo que no se puede arreglar con una simple terapia. Entonces entre en su casa y pude conectar con un rostro no supe de quién era, ni que hacía en la casa de él. No cruce palabra con el desconocido. Continué mi camino por la cocina de la casa. Lo vi a su hermano, estaba con un ojos totalmente perdidos. Sin saber jugar con la situación, apenas podía manejar su propia vida. Tampoco hablé una sola palabra con élsolo conectamos miradas y ya entendí que debía avanzar hasta su habitación. Entre a la habitación y estaba su madre. Su casi difunta madre con su hermana. Las dos se aliviaron al verme. Se reposaron en mí. Lo busqué a él en la habitación y no lo encontré. La hermana ya estaba en mis brazos y su madre inalterable comenzó a hablar. “Está en el baño… No quiere salir”. Una coraza de hierro la filtraba de la realidad. Mejor así, no hubiera soportado ver una madre destrozada y pidiendo ayuda al cielo. La dejé a la hermana que llenaba su cara de pesadas lágrimas y me dirigí al baño donde se encontraba él. Entré y ahí estaba él, sin ropa y sin pelo. Fue una imagen electrizante. Se había afeitado la cabeza y el cuerpo entero. Y tenía la afeitadora con filo en la mano. Fue terrible verlo así. Disimulé la sensación y me miró con la mirada perdida. Los ojos casi brilantes y me reconoció y parecía haberme esperado. Entonces me abrazó fuerte. Duró unos segundos y lo miré preguntándole qué estaba ocurriendo. Intentó decirme algo pero solo balbuceó algunas palabras. Nada de lo que se decía era claro. Nada de lo que estaba ocurriendo era distinguible.
Pense que me había esperado a que llegara porque era la única persona que podía evitar su muerte. Con las agallas suficientes como para sacarlo de ese baño en soledad. Me miró y luego se ensimismó por unos minutos. Hundió la afeitadora en su brazo, sin hacerla cortar solo presionó sobre sus venas como queriendo alcanzarlas. Grité de miedo y comenzó a rasgarse. Parecía haber un muro entre el baño y la habitación de él. Ninguno de los familiares intervino. Entonces junté un poco de coraje y quise interrumpir la peor de las tragedias. Levantó los ojos y me vio como un completo desconocido. Era una persona fuera de sí y comenzó a atacarme con esa afeitadora. Me rasgó los brazos. La sangre comenzó a salpicarse por las paredes.

1 comentario:

ade dijo...

- Bueno que historia. Suena real y te atrapa hasta e l final.Cruenta, real y muy bien contada. Ade