miércoles, 23 de julio de 2008

Anestesia de deseo

Sus juegos deberían ser autitos, jugadores de fútbol, armas y peleas de guerra. Sin embargo, Fede, elige las muñecas y el color rosa como preferido. Su cara se ilumina y una sensación de emoción lidera su pancita, cuando se viste de princesa y en su castillo están sus zapatitos rosas que lo llenan de ilusión. Sus sueños están equivocados de cuerpo. Con sus cinco años tiene que afrontar el mundo con un rechazo constante. Está empezando a sentirlo en carne propia. Las voces que retumban en su cabeza le dicen que todo lo que le da placer es equivocado y el asco se está instalando en sus raíces más íntimas.
Su hogar es un lugar donde el placer elige reinar. Entre efímeros encuentros de hombres desesperados por gozar y chicas que eligieron el camino rápido para llegar al dinero. En este lugar Fede es la persona de la casa que más amor tiene y solo puede expresarlo en esos vestidos de fiesta que se pone para diferenciarse de tanta ingenuidad. Su imaginación vuela por los aires y en sus historias la felicidad toca su puerta y el la deja entrar para que canten y jueguen los mejores juegos.
Sin embargo, cuando vuelve a su realidad, odia todo lo que ve y un fuego le está comiendo el vientre, elige la protesta negando su sexo. Eso que se despliega con tanta impunidad en su casa. Eso que su padre tiene tan desvalorizado y manoseado. La madre rechaza de Fede eso que ella tiene anestesiado y su Padre entre ausencias y alcoholes, no sabe tampoco lo que es ser hombre. Nadie puede explicarle a Fede como se vive. Lo está aprendiendo a los golpes y se desespera cuando las risas de sus compañeros se clavan como dientes punzantes en su carne. Fede está siendo lastimando con algo que para ellos es tan diferente pero para él es la protesta a tanta confusión social.
Fede juega con un amor a sus muñecas que nunca recibió, pero su madre lo observa y el odio en ella crece ardiendo de asco en cada célula. Lo desconoce y riega todas sus frustraciones que llenan su cuerpo. Irrumpe la situación. En un alma perdida su madre brota de ira y riega su propia cara con el whisky que ya no puede hacerla escapar más de la realidad. Con un encendedor amenaza a Fede con prenderse fuego sino deja de jugar con esos demonios femeninos. Fede detiene su imaginación y se queda mirando grabando en su retina cada segundo. Sin embargo la torpeza de esa pobre chica hace una cara se inunde de llamas y un grito despavorido quema el vientre del paralizado Fede. Las llamas arden en la cara de su madre y Fede inclina su rostro abre sus ojos hasta esconder al máximo sus párpados. Entendió entonces quien era la que estaba equivocada. La culpa en forma de fuego no llegó a incendiarlo, pero no puede detener las lágrimas por las noches que mantienen, por las dudas, húmeda su alma.

martes, 8 de julio de 2008

El tiempo.

Jugué en contra del tiempo y siempre perdí. Busque entenderlo y nuevamente me ganó. Me veo avasallado por un extraño que reduce mis expectativas y me atosiga constantemente. Siento que debo superarlo pero es poco lo que me deja. Juego su juego sin quererlo.
Recuerdo aquella tarde que nuestros cuerpos desnudos lo vencieron sin proponerlo. La risa inhibió sus ganas de florecer. Poco nos acordamos de sus manesillas y con un poco de pudor le sumamos importancia para no subestimarlo demasiado.
En mi niñez poco tenias dentro mío. Pero cuando fuiste generando recuerdos de todo tipo tomaste una importancia que fue inevitable.
Me bañe en un rocío de primavera con la sonrisa de ver tus gotas acariciando mis pómulos. Supe que quizás eras un enemigo sin querer serlo. Que estabas de mi lado. Pero ante vació ese sentimiento, aquel grito desgarrador de los ojos avejentados desgarrando mi juventud.
Los rituales que dedique para vencerte solo lograban estresarme desorganizando mi centro.
Hoy te tengo a mi lado, y la bienvenida de una nueva era me recibió. Unos tambores marcan el ritmo de mi corazón. Cada pulso marca un segundo despreciado pero siento que es aprovechado. Un lugar amigo mío te hice en mi cama. Te espero hasta el día de mi muerte, que viene llegando con una calabera en tus manos. No te temeré más y será con un poco de felicidad el momento preciado

El tiempo

Cómo se evaporó todo el amor que te tuve.
Cuantas ilusiones se esfumaron por el aire.
Las ganas de ganar por primera vez.
Juntar las marquillas con mi hermano.
Fuegos de un baño que ardió de pasión.
Miradas a plena luz del día.
Besos en el infierno de la noche.
Ardor de sol en la piel.
Jugar con la más linda.
Jugar con mi corazón y mi alma.
Juntar un poco más de ilusión para que al fin explote en mis entrañas.
Melancolizar por las noches.
Odiar las mañanas de soledad.
Festejar el momento de éxtasis juntos.
Abrazarnos despreciando el tiempo.
Liquidar un poco del temor y convertirlo en coraje.
Amar lo prohibido.
Alcanzar lo imposible.
Buscar un poco de paz interior.
Armonizar musicalmente el espíritu.
Marearme con el ideal.
Moquear de más.
El amor de las palabras que me dijiste al oído.
Primitivamente soñar con un mundo mejor.
Quitarnos las ropas ignorando que existe el tiempo.
Hablar de corazón y a los ojos.
No dudar por lo que quiero.
Relajarme en tus brazos.
Cantar un poco de tus canciones.
Llorar desconsoladamente y desahogarse.
Todos esos juegos despreocupados.
Tener un único pensamiento en mi mente.
la seguridad de saber que eras mía.
La pasividad de perderte sin hacer nada.
Volver al pasado injustamente.
Recordarme con alegría.
Buscarme en mi interior y encontrarme.
Leer nuevamente mis palabras y agradarme positivamente.
Cansarme de estar cansado.
Observar al tiempo como un enemigo.
Manterme en una posición defensiva.
Esa obsesiòn por el amor.
Eso que quiero decirte y no me animo.

viernes, 4 de julio de 2008

Oscuridad

La oscuridad de la tormenta es interrumpida por una pequeña iluminación colgada de un cable sin ninguna intención estetica. La reja que separa la celda del frío patio posee solo algunas manchas blancas de pintura blanca sobre el acero. El piso de pavimento de hormigón ligero es encuentra con los desniveles inundados del agua del techo que ya no cumple su función. Las primeras dos camas cuchetas tienen apoyados dos “ventajeros”(Soporte de cama de madera con cuchillo adosado en la punta). Sentados en la tercer cama se encuentran los que nunca duermen, rasgando una antigua guitarra entre risas y cantos. Debajo de la enrejada ventanita superior se encuentran los posters de las inalcanzables seductoras.
Una sábana colgada divide una habitación de otra. Hay termo junto a una cama simple, en la que se ve a un hombre con lágrimas apunto de vencer la grabedad y otro escuchando mordiendo su labio inferior. En la silla que está junto a la cama, hay un radiograbador que mandó Nico con su primer sueldo en libertad. Están escuchando, para no molestar a los muchachos, en un volumen ínfimo, una canción de Marco Antonio. En la pared del fondo hay muchos escritos luchando por sobrevivir a la humedad. Sobresale uno hecho en color rojo que dice “Flaqui, esperame”.

jueves, 3 de julio de 2008

El amor no ama a nadie

Quise tocarte pero no llegué, extendí mi mano hasta lugares inalcanzables. Con un sacudón me negaste eso que Dios había creado para mí. El vacío me estaba matando, las fuerzas habían quedado despilfarradas por el camino. Mire hacia atrás y otra velas mire desvanecidas en forma liquida sin espesor, difícilmente volvería a ser amigo mío nuevamente. La bronca de la injusticia lastimaría cualquier posibilidad de cariño interno. Jugaste tanto conmigo que mi alma se confundió y despistada se marchó a un lugar tan escondido de mi cuerpo que ya nadie la encontraría.
Una murga rasgo tanto los tejidos internos que a las noches les costaría sanar. Los deseos escondieron su cabeza buscando un alma más apiadada. Y volviendo a buscar en lugares tan ajenos a mí, golpee mi cabeza contra una pared. La sangre que caía por mi pomulo izquierdo no me detendría de ninguna manera. Las miradas frías, lejos de anestesiarme los golpes, me penetraban y mis defensas no podían resistir más tant injusticia.
Cuando parecía que un golpe más me dejaría knock out, vino esa masa, que como un martillo se enterró en mi cien, rompio mi craneo generando un agujero en mi. El esfuerzo por ocultar esa herida era todo mi objetivo. Otra vez aquel ser ajeno era más fuerte que yo. Me estaba liquidando y mis fuerzas por el suelo dejaban que me liquides lentamente. Me hacía bien verte bien. Taladrando cada hueso que cubría mi cerebro, llegaste a dañar partes irrecuperables.
El dolor había pasado el sol aparecería, llegarías vos que me salvarías la vida. Pero un poco de temor ajeno, me alejaba de vos. No podría resistir otro rechazo impune. Así fue que me abriste las ventanas y cuando vi ese cielo azul de tus ojos, me tire sin salvavidas. Creí en vos y la mejor vida que podrías darme. Todo el amor que venía acumulando lo desplegaría en aquella sonrisa que me derretía.
Salte por tu ventana, el riesgo asumido sin duda me reconfortaría. Ya había tomado el impulso, que no tenía vuelta atrás. Me encontraba volando, en el cielo se olía de esa forma. Supe lo que los jazmines sienten cuando la primavera llega a sus vidas. Entendí como se sienten las aves que alcanzan el primer vuelo.
Cuando llegué al punto más alto de mi vuelo, mire para abajo y el temor hizo recoger mis alas y nada había bajo mis pies. Había dado todo por ese salto, tu imagen lo merecía.
Sin darme cuenta y a toda velocidad comencé abajo, mis piernas temblaron y un rácimo de pensamientos paso por mi mente, la oscuridad me dijo “el amor no ama a nadie”. Hizo rápidamente poner mi cabeza debajo de mis pies. La velocidad que tomaba hacia abajo era desconocida. El viento lograba despejarme. Rogué por lo más querido que tenía perder el conocimiento. Pero otro pensamiento negativo nublo mi vista y recordé no tener gente amada. El fin del vuelo estaba a dos centímetros de mi cabeza y lo estaba sintiendo. Ya era demasiado tarde.
Logré escuchar un sonido, más fuerte que el golpe que mi madre me había propiciado aquella vez que llegue tarde. Senti como los huesos de mi cabeza se astillaban hasta hacerse cenisas. El craneó fue hecho polvo y yo seguía consciente. Papidamente, mi cerebro se hizo papilla, era como pure desplegado sobre aquel afalto. Mis ojos se dividieron y mi ojo izquierdo salio rodó hasta el hueco de una alcantarilla. Los hombros tocaron el píso con mi cabeza totalmente destrozada. Por fin dejé de sentir dolor. Ya no sufriría más por amor.