viernes, 2 de abril de 2010

Escampando

Esta vez ya estaba despierto hacía mucho tiempo, mis ojos ya descartaban el sueño como posibilidad. Fue entonces que estaba saliendo del gran círculo. Un círculo que otra dimensión había creado para mí. El giro de mis pensamientos y mis emociones se tornó a mi favor. Me pregunté por años cuando esto ocurriría y al fin parecía estar ocurriendo. Tomé mis cosas, mis pocas pertenencias y me digné a retirarme de ese lugar donde solo la derrota era posible. Tenía todo un mundo que me esperaba. Me sentía con la energía suficiente para romper cualquier barrera, estaba cada vez más consciente que ese era mi camino. Aquel camino que me sacaría la soledad y la angustia interior para siempre. Mi animal estaba conmigo. Después de dejarlo que juegue conmigo por varias vidas: Se burlaban de mi debilidad, de mis ganas, de mis ansias. Me hacían desperdiciar amor por cualquier rincón. Por momentos la duda entró a mi Ser nuevamente, con ganas de quedarse, pero esta vez mi puerta estaba cerrada.
Entonces tomé un poco de su desatención, y sin dudarlo me escapé. El plan era muy bueno, nadie debía enterarse. Tenía que escaparme de esa burla sigilosamente. Debía ser más fuerte que cualquier otra especie, debía ser más fuerte que mis pequeñeces .
Entonces dejé de esperar cualquier señal y me marché, rompí la primera barrera, nadie me perseguía. Rompí la segunda y mi excitación comenzó a darme un poco de felicidad y tranquilidad a la vez para seguir avanzando. Lo estaba consiguiendo, estaba despegándome, me estaba expandiendo en la totalidad de mi ser. No había dudas, pero el temor todavía me tenía expectante, ya faltaba poco, poquísimo para estar otra vez en mi bienestar.
Entonces, pasó. Una luz se iluminó sobre mí. Nada bueno, había sido descubierto. Me descubrieron. Me debilité y caí en mi suelo. Las fuerzas se me esfumaron. Nada de lo que pueda hacer me podía liberar. La angustia vino a mi nuevamente. Rompí en llanto. Entendi entonces que todavía no había sido atrapado completamente, ya no era tan facil como antes.
Me di vuelta ante sus garras y le dije con total cordialidad. Disculpa no puedo quedarme, te compadezco pero tengo que vivir mi vida. Espero que todo te salga bien, te deseo lo mejor pero me voy. Hay tantas cosas por conocer que no puedo quedarme más. Lamento mucho tu necesidad, pero yo tengo otras, casi opuestas. Que sigas bien. Me levanté del suelo. Miré para todos lados y salí caminando creo que las luces todavía me iluminaban. No fui hacia atrás, supuse que me estaban mirando atónitamente sin saber que decir. Pero focalicé en mi camino, que ahora era llano y transparente. Estaba liviano, luego de pasar por todos los infiernos, la paz comenzó a apoderarse de cada célula. La sonrisa se hizo cada vez más grande.
Tengo un camino por recorrer, ya no soy aquella bola que desperdiciaba energía malgastando en deseos a corto plazo. Busco en mi interior la respuesta. Salgo de cualquier lugar conocido.
Ahora el camino tiene una encrucijada, hay una fosa oscura en la que debo saltar o quedarme nuevamente estancado. Me encuentro con otras personas que sin dudar saltan. Los observó con admiración y veo en sus rostros el mismo o peor miedo que el que una vez tuve, pero ellos saltan. Yo estoy pensando demasiado, puede ser peligroso, no se que me puede pasar, y si no entro en la fosa? Y si el agujero oscuro me conduce a la nada? Y si es todo una farsa? Antes de que las dudas tomen mi cabeza, me zambullo.
Confié, Salté. Surjió el animal instintivo en mí y con el mayor de los corajes avancé. En el trayecto nada malo me estaba ocurriendo. Eran todas sensaciones nuevas pero aquí estaba viajando en este mar desconocido. Me preguntaba como sería la llegada y si había alguna. Mientras tanto tomaba cada vez más velocidad positiva que despejaba todas las dudas. Era todo blanco, pude diferenciar que estaba tomando las mejores decisiones de mi vida. Cualquier cosa que pasara iba a estar bien. Porque cada vez tenía mis capas más pulidas. El camino por la incertidumbre me estaba limpiando. Con una pluma me acariciaba cada corteza de mi árbol.
Entonces las cosquillas se transformaron en carcajadas que ya no podía evitar aunque quisiera.

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