miércoles, 20 de enero de 2010

Cusco 11 . El comienzo del Final

Nos despedimos del hombre, le agradecimos la charla. Bajamos del restaurante y Meli me dice contentísima. “Yo ya estoy hecha con la charla, era lo que necesitaba”. Yo estaba todavía energizado por el Machu Pichu a pesar de no haber dormido nada así que primero entramos a un bar que quedaba debajo del boliche “África Mía”. No nos gustó, así que decidimos ir a otro que ella conocía. Cruzamos toda la plaza, caminos unas cuadras alejándonos de centro de Cusco. El bar que ella quería estaba cerrado y el lugar era desolador y oscuro. Seguimos caminando, pasamos por un lugar y ella saluda a un portero de un edificio desde lejos, diciendo que siempre la cuida. No lo entendí mucho.
Llegamos a una esquina de un lugar un poco turístico y había música en vivo. Pero seguimos caminando unos pocos pasos porque escuchamos la canción “Come together” de los Beatles, era tras una persiana que llegaba hasta el suelo. Abro la persiana y estaba la espalda del guitarrista, supuse que esa no era la entrada, o que no había entrada, comenzamos a buscar la entrada, hasta que un grupo de personas entra por la persiana. Entramos decididos. El bar era acogedor, me encantó, había que bajar cuatro escalones, la banda tocaba entre la gente tirados en sofá. La gente estaba en fraternidad y cordialidad. Sentí una comodidad increíble, la cara de Meli no era igual que la mía, no era su onda. Ella se pidió una botella de cerveza, yo nada por ahora, dije. Ella tomó dos traguitos y no quiso más. Parecía no haber un mozo o moza fija, el que estaba por ahí te atendía, tampoco había buena división entre lo que era barra y lugar. Era como el living de una casa de Cusco. Cuando sonó “Waiting in Vain” de Marley, no tuve más remedio que levantarme y ponerme a bailar. La gente que consumía humo recreativo estaba menos ida que yo. Mi cuerpo se deslizaba, cada tanto nos mirábamos entre los que bailábamos y nos reíamos. El lugar y yo estábamos fundidos.
Pero había un problema, Melissa estaba totalmente incómoda a notar por su cara. Además cuando mi buena onda se acercaba a ella, se alejaba como que no quería nada conmigo. Me bajaba un poco, así que le pregunté “Querés ir?”. La pregunta era ambigua. Si ella me decía yo me voy, creo que no me importaba. Ella fumaba mucho y no estaba bien ni conmigo ni con ella. “No, es tu última noche. Nos quedamos un rato más.”. Ok, le pedí un beso, ella se negó. Me molestó un poco pero seguí bailando y cantado. Después de dos temas más la cara de Meli era insostenible. Por lo que salimos del lugar. Le pregunté que le pasaba. Que no le gustaba esa onda, que a su hermana le hubiera encantado pero ella es otra onda. Le pregunté había buena onda? Sí, la mejor, me respondió. Que hay mejor que eso? Lo pensó y me dio la razón “Nada”. Bien, nos fuimos a la cola de un boliche que había muchísima gente. No, ni locos. Había otro lugar que nos habían ofrecido entrar antes.
Caminando por la plaza central… escúchame Meli, que te pasa por que ponés el freno de mano conmigo. Por qué no me das un beso.
Porque no me gusta estar así pegoteado, no hace falta, no podemos pasar la noche como amgos? No, le respondí secamente. Qué? me miró. No puedo andar limitado, te alejas hasta de mis caricias y eso me pone mal. Sin terminar la charla entramos al lugar y nos pusimos a bailar.
Meli no paraba de fumar y bailaba, yo intentaba ponerle la mejor onda pero cuando me acercaba a ella, se iba. Cuando quería bailar cerca de ella se alejaba. Le pedí, salir un segundo para hablar.
- Meli, no está bueno esto que me está pasando, no me gusta, me pone mal.
- Por qué, no podes solo bailar y listo.
- Pero explícamelo, no entiendo, en serio.
- Hoy conocí a un Jorge por ejemplo y si hubiera querido que pasara algo me hubiera ido con él. Ayer todo bien, porque surgió pero hoy ya es mucho.
- Entonces es por el chico que conociste hoy?
La gente nos rodeaba y querían escuchar lo que hablábamos. Nos mirábamos con cara de “que pesados” y nos íbamos para otro lado. Y venían otros nuevos a querer escuchar, se paraban cerca o pasaban caminando lentamente y nos miraban. Nos fuimos a la entrada de un hotel.
- Yo no puedo seguir así, sin que esto fluya, porque soy así, a mi me gusta abrazar, acariciar – le reproché.
- Pero a mi no me gusta todo pegajoso.
- Ah yo soy pegajoso? – mi tono era de indignación.
- No, para nada.
- Bueno, creo que ya fue, creo que cada uno debería seguir su camino – le dije.
- Que quieres decir?
- Que fue, lo nuestro no puede ser. Bromeé. A mi no me hace bien estar así con vos, me siento rechazado. Prefiero irme. no sé adonde.
- Bueno, mirá, la verdad es que no quiero que mi viaje sea una antes y después de vos. No quiero que sea el viaje en que conocí a Darío.
- Eso te lo puedo entender
- Ademas termine con una relación hace poco, entendes?
Estas últimas palabras las entendía y me sonaron sinceras. Bajé mi guardia. “Y que hacemos?”, estábamos tildados, yo tiraba más para irme. Pero ella tiraba más para quedarnos en ese estado. No sabíamos que hacer, yo estaba dolido y angustiado, al principio tenía ganas de irme a bailar solo, pero con las últimas palabras de ella, estaba conmovido. Nos abrazamos un rato largo.
- Quiero conocer tu hostel – me dijo sorprendemente ella.
- Para qué? Puede llegar a ser muy histérico todo eso – le dije sorprendentemente yo.
- Vamos en taxi – dijo Meli, sin responder a mi intimidatoria pregunta.

Llegamos a la casa y ella estaba muy natural, dijo que al final mi hostel no era tan malo como pensaba. Yo desarme la cama y me acosté sin saber lo que podía pasar. Estábamos los dos muy relajados. Ella se metió también en la cama y se acomodó muy cerca de mí. Comenzamos a besarnos y la temperatura comenzó a aumentar en ambos cuerpos. Yo estaba disfrutando de su dulzura, era una ensalada de caricias, besos y respiraciones agitadas.
Pero ella interrumpió: hasta cuando vas a seguir con esto, no da. Vamos a hacerlo y listo, como lo que somos, esto que no somos nada y fue. Su mente no paraba de hablar, a mi no me gustó nada. Y siguió diciéndome que éramos casi desconocidos y que no había nada entre nosotros. Yo entendí que era su mente aclarándole al corazón que no sienta nada. Pero de todas formas me dolió. Y de mi boca salió algo que me sorprendió hasta a mi mismo. “Cómo lo estas planteando no me interesa hacerlo, no tiene sentido”. Hacía diez minutos estábamos discutiendo en la plaza y la frase que dijo me desalentó mucho, así que me di vuelta. De todas formas esperaba que ella haga algo.
Me dijo, bueno, si no vas a hacer nada entonces puedo sacarme la ropa. Y se quitó el pantalón. Chan, yo no pude evitar darme vuelta para ver sus piernas. Eran hermosas, tanto, que aceleró a máxima velocidad el curso de mi sangre. Al poco tiempo ya nuestros cuerpos se estaban conociendo íntimamente. Pero íbamos a ritmo diferentes y mis movimientos eran muy bruscos para ella. No lo resistió más, ni siquiera llegamos a despegar que ya me echó de ella.
Me quedé a un costado y comenzó a llorar. Yo le secaba las lágrimas y la dejaba que llore, le hacía bien. Me dijo que con su ex novio tenía piel y que se acordaba de él, pero que conmigo no. Una vez que se calmó un poquito, le dije que estaba bien que era lógico y le pregunté por qué había cortado con su ex novio. Me dijo que su ex novio, le decía que cuando ella hablaba de su ex ex novio le brillaban lo ojitos.
OK, ya tenía mi conclusión pero espere un ratito más y le pregunté si quería escuchar lo que pensaba. Me respondió afirmativamente. Le dije que era todo lo mismo. Lo que le paso con su ex novio, en otra escala a lo que pasaba conmigo. Tenía alma de tanguera, que todo pasado fue mejor y no acepta el presente. No se lo dije pero lo pensé, cuando este con otro chico iría a pensar que yo era mejor que él. El presente es inevitable y hay que aceptarlo. Me dijo que tenía razón, pero que había sido muy brusco. Ahora ella tenía razón, le pedí disculpas, y le dije que son cosas que pasan cuando dos cuerpos se conocen, pero era algo que yo tenía que corregir. Es hora de dormir.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

ja.

Anónimo dijo...
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