martes, 5 de enero de 2010

Cusco 8 - Agua, Cielo y Tierra

Melissa estaba en un hostel de Monjas. Liderado por una Hermana muy estricta, que no la dejaba traer invitados a su habitación, menos hombres. Le dije si quería ir a mi hostel pero mis diez soles por noche eran muy poco para ella.
En el camino me llevó a ver un venado hecho con luces. Me dijo que en un momento parecía como que corría. Eran solo luces pero arrancaba despacito y después las luces de las patas se sacudían mucho, daba la impresión de velocidad. En verdad, me pareció solo porque ella me lo aclaró antes, cuanta imaginación, pensé. Me encantó que compartiera ese detalle de locura conmigo.
Llegamos por fin a su hostel. En la puerta estaba el cuidador. Hasta que nos abrió ella me miraba y se reía, parecía nerviosa. “Hola” y me agarra de la mano y me mete adentro con rapidez. Ya estábamos entrando. “Disculpe, señorita. El chico no puede entrar. La hermana…” Melisa no lo dejaba terminar… “No, pero está conmigo”, “Le digo que no puede entrar, se va a enojar mucho…”. “Tengo que mostrarle algo, dice que su hostel es mejor que el mío”. Habíamos jugado con ese tema pero no pensé que lo compartiera con el guardián. “No, no, no….” “Sí sí sí…” Entrá y me gritá que entré, yo estaba colgado. Fuimos a su habitación, ella me advirtió que estaba desordenado, estaba mejor que mi mejor orden. Nos besamos rápida y apasionadamente, nos tiramos en la cama. Yo estaba realmente excitado, pero no pasó de ahí, antes de lo que yo pensaba, ella cumplió con su palabra. Tenés que irte. No podes estar acá. A mi me costó aceptar, pero ella se incorporó y me abrió la puerta. Cuando salgo veo al guardián a dos metros de la habitación. Se va corriendo, para que yo no lo vea. Me voy de su hostel, con la promesa de ella que mañana me llame tempranito para ir a sacar su pasaje al Machu Pichu y así viajar juntos.
Salí y no sabía adonde estaba, así que me tomé un taxi, por tres soles. Es el valor mínimo, hizo cuatro cuadras y me dejó en mi hostel. Dormí muy plácidamente, estaba perfecto y sin pulgas.
Me levanté temprano, me bañé, respiré y la llamé. “Hola, Meli… como estas?”, “Bien, vos?”. Mi voz pretendía ser dulce y contento, pero la de ella era normal. “Nos encontramos en media hora en la plaza central, dale? “Si, dale!” me respondió ella animada hasta cierto punto. “Llevá todo para sacar el pasaje”, aclaré por las dudas. “No, me arrepentí, no voy a viajar”. Balde de agua, pero no le insistí, ni le pregunté por qué: Ok, querés que nos veamos de todas formas? “Sí”, me dijo ella.
Nos vimos, ella estaba por entrar a desayunar a un Mcdonalds en Cusco. La combinación me desagradaba, le pregunté si podíamos ir a otro lado que había visto de camino a encontrarme con ella. Fuimos y el lugar era hermoso. Pero nos dijeron que a partir de las 11 am no hacían desayunos. Muy mcdonalds. Nos fuimos a otro lugar después de caminar mucho por el centro de Cusco. Ella tenía que encontrarse con una amiga que había conocido en el viaje. Se llamaba Shirley. Yo quería que se quedara conmigo, pero sus planes eran inamovibles. Pedimos unos licuados y unos panes con queso. Yo pedí licuado con multifruta. Meli, solo pidió de Mango. Yo no entendía. Teniendo todas frutas como solo de Mango… “No es re Mango tu licuado?” Ella se reía mucho. Estábamos pasando el rato como amigos, no había beso ni nada. Igual la metodología "amigos" partía desde ella.
Me mostró una carta que le había escrito a su amiga Shirley. Tenía mucho amor y agradecimiento. Estaba pensando "yo también quiero un regalito", cuando saca un collar de la Cruz Andina y me lo regala. Y esto es para vos. Para su ego me dice “Lo había comprado para otra persona pero te lo regalo”. Yo no paraba de mirar la cruz, nunca la había visto. Estaba realmente agradecido. La cruz es de piedra y tiene cuatro colores: blanco, celeste, negro y marron. Gran combinación. Para el que lo entienda... parecía el Rafa Gorgory cuando Liza le regala el trencito Chu-Chu-Chuuu. No paraba de decirle que me encantaba. Tenía otra piedra que había encontrado del último viaje a Larcomar. Era negra brillante. Se la regalé y le gustó, aunque no era muy demostrativa.
En ese momento, se largó una lluvia torrencial. La calle se inundó, parecía Venecia, creo. El barcito en el que estábamos desayunando tenía una música muy agradable y era todo de madera, afuera la lluvia. Algunos extranjeros que entraban y subían al piso de arriba. Y yo que estaba muy confortable con todo. Observé la Cruz que me había regalado al hombre que atendía el bar. Le pregunté que era y no me supo explicar muy bien. Meli me dijo ella sabía lo que significaba.
La Cruz Andina es la cruz que veneran los Incas. Tiene muchos significados. Tiene muchas puntas porque cada punta significa algo. Por ejemplo, la de arriba el cielo y la de abajo la tierra. Y en el medio tiene un agujero vacío. Es adonde tenemos que ubicarnos. En el centro, en el vacío. Tenían el concepto de “estar en el centro”, en el ser... muy desarrollado. Me pareció increíble que lo Incas buscaran eso yo busco cada segundo. Y además era un poco parte de la charla que tuvimos ayer en Navidad con ella. Yo le comentaba que este año que pasó, mis 28 años, el 2009, fue mi mejor año. Me pasaron muchas cosas, pero principalmente porque estuve más cerca de mí. Que sentía que me estaba encontrando y eso me daba mucha felicidad.
Además haberme encontrado me ayudan a encontrar a personas como Eva, como Meli. Simplemente es encontrarme a mí, en otras personas. Es reposar, relajarme.
Cuando Meli me explicaba agarraba la cruz que colgaba de mi cuello, muy cerca de mí y no pude evitar besarla suavemente. Ella no quiso más. Sin dudas algo extraño le pasaba pero se lo aceptaba sin cuestionarle.
Hubo un solo intercambio acerca del viaje. Arrugaste al final, le dije. Si, arrugue, me confirmo ella.
Me acerqué hacia la puerta del bar. Descansé sobre uno de los vértices, el agua bajaba por la calle como un río exaltado y la lluvia no amainaba. Meli se me acercó y me abrazó. La música de fondo y la atmósfera de Cusco hicieron el resto. Fue un gran momento. Había paz y armonía.
El momento fue interrumpido, por los licuados y el pan que llegaron a la mesa. Meli llamó a su amiga para irse. Comimos y tomamos rápido todo. Meli no tenía la misma paz que Eva, era más un torbellino con más fuerza que tranquilidad. De todas formas la seguí a su ritmo. En el camino vemos una tapa que se había salido de la alcantarilla. El agujero que se había formado en la calle era muy peligroso, así que metí mis piernas en el agua crecida y arrastre la tapa, que estaba pesadísima hasta el agujero. Melissa, me dice la buena acción del día. Me gané un rato más con ella. Me subió al taxi y me llevó a la plaza central. En el viaje ella me decía no puedo decirle a Shirley y su familia: “bueno, él es Darío. El chico que conocí ayer”. Meli era muy correcta, no se lo permitia en serio. Llegamos y le pregunté: Me tengo que bajar, no? Si. Me dio un beso liviano y me bajé del auto.
Estaba un poco triste caminando por la plaza central. Me sentía un poco desechado. Pero tenía el viaje al Machu Pichu por delante.
Me bañe nuevamente, el agua era tibia-fría y separé las cosas que iba a llevar al Machu Pichu, eran 24 hs. completas, así que era bastante.
Al bajar, le comentó a la gente del hostel que me voy a ir al Machu Pichu, me dijeron que ellos me arreglaban todo el viaje para cuando llegue allá. Guía, hostel, comidas y entrada. Les pedí un presupuesto y me fui a comer un omelet vegetariano y una sopa de espárragos. Estaba muy lleno. El dueño del restaurante era un buenazo, hablamos algunas cosas sin demasiada trascendencia.
Volví y Miguel, el dueño del hostel, me hizo un presupuesto igual al numero que tenía pensado gastar. Así que le acepté para que la persona que me dejo dormir por diez soles se haga una diferencia. Le pagué todo por adelantado, doscientos soles y no me dio nada a cambio, podía confiar en sus ojos.
Fui a la terminal de Ómnibus y me tomé una combi hasta Ollantaytambo. Viajamos una hora y media y a un precio demasiado accesible. El paisaje era alucinante. El resto de la tripulación dormía yo no podía dejar de apreciar todo. Las casas en medios de las montañas, me dejaban pensando. Las fotos mentales que sacaba eran increíbles e imborrables. Recuerdo la cara de una nena mirando la combi pasar, pude ver otro tio de felicidad en su rostro, era todo muy natural.
Llegamos Ollantaytambo, el lugar de donde salía el tren hacia Aguas Calientes, la ciudad del Machu Pichu. El sol ya estaba ocultandose, tenía dos horas en la ciudad esperando mi próximo tren. Entonces bajé a unas piedras, persiguiendo un sonido de agua natural y me encontré con una cascada que observé por largo tiempo en amplio silencio.
Me reincorporé y fui a la plaza central, ya era de noche, casi. En la plaza central de Ollantaytambo habían dejado todo apagado para que las lucecitas de navidad que tanto esfuerzo debían haber costado se lucieran. Me senté a meditar en la plaza central. Era muy chiquita y había muy poca gente, todo muy romántico. Se respiraba silencio y paz. Terminó mi corta meditación y fui a caminar por el pueblo. Me metí por veredas que solo pasaba una o dos personas de ancho, era todo de piedra. Estaba todo oscuro, la luz era lunar y las casas eran pura construcción incaicas. El lugar era un sueño, pero la noche, la oscuridad y la soledad, me daban un poco de adrenalina. En ese camino divise en frente mío a un hombre que parecía pasado de alcohol discutir con otro con acento agresivo. Pase por al lado de ellos e hicieron silencio, tuve miedo. Seguí avanzando y no me siguieron pero dejaron de discutir. Decidí volver a la plaza central.
Pasaron rápidamente las dos horas, mi tren llegó y partió. En el viaje dormí, bastante. Esperaba que Miguel cumpliera con su palabra y que esté todo listo esperándome cuando llegara a Aguas Calientes. No por desconfiar de la palabra de Miguel, pero me parecía demasiado estrés para una persona de Cusco, organizarme el viaje a un lugar que quedaba a cuatro horas de donde estaba él.
Llegué y me esperaba una chica con casi mi nombre: “Darío Miranda” y un guía estaba gritando mi nombre. Alivio, gracias Miguel.
Arreglé con el guía encontrarme a las 7:40am arriba y lo despedí. Fui al hostel acompañado por la chica que me fue a recibir y era bonito. Pero me dijo que no había comidas como habíamos arreglado (ni desayuno, ni almuerzo ni cena). Uh, llamé al número que había llamado por última vez pensando que era Miguel:
“Si, yo compré un paquete con comidas y en el hostal me dicen que no hay comidas reservadas. Quería por favor que me arreglaran todo”. Del otro lado de la línea le costaba entender lo que me estaba sucediendo, yo le exigía una solución, y de repente me encontré con un poder de resolución de la otra línea impecable. “Bueno consumí todo lo que tengas que consumir y tráeme los tickets, yo voy a ir a hablar con la agencia y sino hablo con la oficina de turismo para que te devuelvan todo el dinero”. “Wow, Muchas gracias. Me voy a dormir”.
“Dale, te quiero mucho. Un beso”… Te quiero mucho??? Que agencia más rara. No entendía, ah listo, había llamado a Melissa. La desperté nuevamente y le pedí, perdón. Se rió y se volvió a dormir. Luego llamé a Miguel y me arregló el almuerzo. Cena y desayuno del día siguiente perdidos, no me importaba.
Me fui a dormir tres horas para al otro día subir al Machu Pichu a las cuatro de la mañana.

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