lunes, 11 de enero de 2010

Cusco 9 - Montañas interiores

Me levanté un poco más tarde que las 4 de la madrugada planeadas. Todavía era de noche. Había movimientos en el hostal, en el resto de las habitaciones ya estaban despiertos también. Me di cuenta que llovía mucho. Me puse el máximo abrigo que tenía: el pullover azul, con cierre y capucha. Bajé, la chica de la recepción dormía en una cama pública. Llovía mucho y no tenía nada para que la lluvia no me invada. Antes de salir veo una señora parada del lado de afuera de mi hostel, mirando para adentro. Que vendía? Pilotos para agua, en ese momento me sentí como bendecido. Nada malo podía ocurrirme. Le compré uno y salí a la calle, no sabía bien para donde ir. Fui al kiosco que estaba recién abriendo. Compré muchos cereales, pasas de uvas y dos aguas. Sentía que iba a un lugar muy lejos. Encontré algunos extranjeros que estaban por ahí. Estábamos en frente de donde se sacaban los boletos para ir en Bus hasta arriba, el Machu Pichu. En el lugar llovía y nosotros esperábamos bajo techo. Abría a las cinco de la mañana y todavía no eran.
En ese momento, se empieza a formar una cola directamente en la casilla de venta de pasajes bajo la lluvia. Se forman varios, entonces había dos colas. Cuando se unieron hubo mucho tumulto, nadie quería ceder el lugar. Los que estaban enfrente justificaban haber llegado antes y los que estaban esperando al lado de la casilla, que se estaban mojando. Si le sumas los diferentes idiomas y las cinco de la mañana, me estaban generando muy mal humor. Yo me mantuve al margen de la discusión. Había un flaquito con su novia llegados después que yo, que estaba discutiendo con los de enfrente, pero se puso adelante mío salteando mi lugar. Estaban muy irritados, así que le hice una pregunta al que más tenía ganas de pelearse. “Sabes si el pasaje de bajada se puede sacar arriba o hay que sacar acá ida y vuelta?”. “Sí, se puede, no hay drama te venden arriba también”. Se sintió útil, le cambió el humor y se olvidó de la pelea, funcionó.
Entonces, vino el micro y comenzó el viaje hacia arriba. Adelante mío había cuatro chicas, cortaron a tres en un micro y otra se quedo sola, y subió a mi micro. Pude, haberme sentado (del lado del pasillo) a su lado para conocerla, pero elegí abstraerme de todo y buscar un asiento con ventanilla.
El micro viajaba rápido por caminos muy angostos. De vez en cuando, venía un bus de vuelta y los dos no entraban, así que el que venía daba marcha atrás hasta encontrar un camino grande. El de ida tenía prioridad. El paisaje no era real, montañas enormes, con cataratas, lagos espejados, nubes que dividían la montaña en dos. Pensé que tranquilamente ahí podían haber habitado dinosaurios en su época. Eran tantas las fotos mentales que se me acababa el rollo.
Luego de cuarenta minutos, llegamos. El micro nos dejó en un clásico lugar para sacar la entrada y hacer el chequeo. Bajamos y había una cola opcional que no entendí, ni pregunté, la salteé y fui a dejar mi bolso en el guardarropa. En ese momento comenzó una angustia terrible a crecer en mí. Eran las cinco y cuarenta y mi guía venía a las siete y cuarenta. El tenía supuestamente mi entrada que era muy cara por lo que no podía comprar otra. Aparecieron mis dudas: Vendrá? Sabrá que tiene que traer mi entrada? El flaco me va a guiar aburridamente solo a mí? Tengo que esperarlo dos horas en este sitio bajo la lluvia mientras que todos entran? Increíblemente estaba casi por ponerme a llorar, estaba totalmente arrepentido de haberle comprado todo con anticipación. Cuando de repente escuchó a un flaco decir: “Sí, mi guía viene a las 7:40”. Rápidamente fui a hablar, “por casualidad, tu guía se llama Miguel”. Me dijo “Sí, por suerte llegamos temprano para conseguir lugar para el Wayna Pichu”. Que alivio, todos los que estaban ahí estaban en mi situación, había que hacer la cola temprano para conseguir lugar para la otra montaña, en la cual solo entran doscientas personas por día. Me sentía tan contento con ellos que no paraba de hablarles e intentar caerles bien. Se llamaba Nahuel y era venezolano, alto y morocho y un poco afeminado en su forma de hablar. Había viajado por todo el mundo y contaba cada viaje como un producto que había adquirido. Después de media hora, ya no me interesaba lo que hablaba pero mi agradecimiento no me dejaba despegarme de él y su amigo mexicano. No pude evitar aburrirme de los diálogos superficiales y casuales. Nadie decía nada interesante, yo tampoco. Me alejé para ir al baño, pero me cobraban un Sol la entrada al baño. Estábamos en el medio de la montaña, así que hice por ahí y ya no volví a unirme a ellos.
Me quedé sentados cerca esperando que venga Miguel, el guía se llamaba igual que el hostelero al que le había comprado el paquete.
Vino Miguel a la hora estipulada, muy puntual. Llegó y lo esperaban alrededor de cincuenta personas, pero apenas llegó lo primero que hizo fue preguntar, “Darío”. Me acerqué y me saludó muy cordial. Tengo tu entrada y tu lugar para ir almorzar ya esta todo listo. Relajo total. Gracias Miguel, hostelero.
Entramos, Miguel se fue con el grupo que hablaba en inglés, con nosotros vino Washington, “Washi”.
Entramos al Machu Pichu con todo el contingente. El guía comenzó a explicarnos todo sobre el Machu Pichu, para mí era interesante porque no se basaba en lo que se puede leer en los libros o en Internet. Le daba una vuelta al asunto y al final terminaba siempre con la frase: “Ustedes saquen sus propias conclusiones”. Mis sentidos comenzaron a agudizarse. Mi vista estaba siendo acariciada con una ciudad que se escondía bajo unas nubes, y se deslumbraba casitas de piedra y en sí, el Machu Pichu desde arriba, que significa Montaña Vieja o Antigua, también el silencio del lugar, solo roto por turistas. Había un aroma especial también. Hasta ese punto era solo lo que el Washi contaba, que me caía muy bien a diferencia de la otra gente que lo criticaba por no ser objetivo. Washi hablaba mal de los Españoles que intentaron conquistar a los Incas y de Hiram Birgman, una persona de Estados Unidos que se llevó todo lo valioso en material y simbólico para hacerle estudios y nunca lo devolvió. Llamativamente en Perú, su nombre es bastante venerado, hay varias plazas con ese nombre. Como diría mi amigo Washi, saquemos nuestras propias conclusiones…
El recorrido guiado me llevó al interior del Machu Pichu, rápidamente bajamos, estábamos pisando tierra que los Incas habían construido magistralmente. Washi la seguía rompiendo con sus explicaciones y yo que cada vez estaba más adentro del Machu Pichu. Había un agujero que se ve que los Incas usaban de Micrófono. Hablabas dentro de este y la voz se multiplicaba por diez. Las piedras indicaban las estaciones del año, los puntos cardinales, etc. Todo era de una inteligencia suprema. Había piedras que daba ganas de tocar pero Washi no dejaba.
Terminó el recorrido por el Machu Pichu guiado en una piedra que con mucha imaginación parecía un puma, símbolo importante para los Incas. Le había pedido al venezolano que me sacara algunas fotos ya que nunca tuve la costumbre de la cámara. Seguía teniendo deuda, con Nahuel. Me encontraba bien, pero necesitaba hacer mi propio camino en el Machu Pichu. A las diez de la mañana entramos al Waina Pichu(montaña nueva), la subida demoraba una hora. Entraron y Nahuel y el mexicano me esperaron para subir juntos. La verdad que no me interesaba su compañía. Ellos subían a un ritmo lento, así que me olvidé de las fotos que me había sacado Nahuel y de todo y aceleré la marcha y perdí todo contacto con ellos. La subida era cansadora pero le paisaje y el camino era energizante. Subí a gran ritmo, la cumbre era grande, pasé por una cueva y recorriendo la cumbre encontré una piedra inclinada que me cubría de la lluvia. Me senté debajo de esta, observé el paisaje desde arriba con fascinación. Comencé a meditar, pero mi rodilla estaba fuera de la roca y al alcance de la lluvia. Me puse de pie y seguí caminando hasta que encontré una casita Inca, no había muchos turistas alrededor, mejor. La casa no tenía techo, tenía tres ventanas. Generalmente los hogares Incas tenían tres ventanas, una para el cielo, otro para lo mundano y otro para la tierra o los muertos.
Me puse debajo de la ventana del cielo, según había explicado Washi en su momento. Daro, me había pedido que le dedique un Kriya, una respiración especial, en el Machu Pichu. Comencé a hacer el Kriya bajo la ventana en la cima de la montaña. Cuando inhalaba el aire era muy energizante. Mientras hacía la respiración, vino un grupo de turistas que por el acento reconocí que eran chilenos. “uh, mira…”, “Vamos a molestarlo, po” decían. Entraron a la casa y comenzaron a decir “Ohm”… Yo sonreí y se fueron sin lograr su cometido. El Kriya terminó y la energía que tenía era desconocida en mí. Abrí los ojos y me encontré nuevamente con la cima de la montaña. Fue un momento de hiperfelicidad. Tenía un poco de euforia. La lluvia no cesaba y comencé a descender. El común de la gente bajaba a otra velocidad que yo. Me sentía una especie de animal y comencé a descender como si conociera la montaña, no era respetuoso con la gente que bajaba, les pasaba por al lado a toda velocidad. Era muy divertido y no tenía miedo. Quizás alentaba a algunos que estaban subiendo o bajando el Waina Pichu .
Regresé al Machu Pichu al mediodía y me senté en un lugar que según Washi era un lugar Chill Out para los Incas, para descansar y airearse. Había dos niñas y sus padres jugando. En ese momento la frase de Eva, pasó por mi cabeza que me decía que no me preocupe, que ya voy a tener familia. Comencé a pensar que quizás mi camino no pase por tener hijos, quizás vaya por otro lado. La idea me llenó aún más de energía y fui a recorrer el Machu Pichu pero esta vez sin guía.
Fue mucho más emocionante, mi cabeza hizo una película de lo que era cada lugar. Es como leer un libro, la fantasía de la mente es mucho más interesante que lo que los ojos pueden decodificar. Sentía que había llegado a un sótano, creo que el lugar no era visitado por turistas, porque seguí investigando y, de repente, llegué a un lugar que había palas y artefactos modernos para trabajar piedras. Me vinieron algunas dudas, que tenía que resolver. Interrumpí a un guía que estaba con dos orientales. Cuanto de todo esto es reconstruido. Me dijo que el cinco por ciento del Machu Pichu fue reconstruido y que algunas piedras se las perfecciona. Aceptado.
Estuve por ahí, dando vueltas, me llevé una piedra que estaba en el suelo, piedra que había observado como una civilización se destruyó por completo por el ego humano.
Era la hora de bajar del Machu Pichu, lo estiré al máximo posible. Baje caminando hasta Aguas Calientes. El camino fue largo, pero mi cabeza estaba conectada conmigo y fue guardando impresiones que nunca más olvidaría. Fotos, lugares, olores, momentos, pero ese lugar tiene algo más que es inexplicable, se puede decir que es energía, pero creo que hasta esa palabra mística queda chiquita. Había muchos animales arriba, muchos pájaros sin árboles, me sorprendió. En fin, estaba totalmente confortable.
Llegué hasta Aguas Calientes y fui a almorzar al lugar que los Migueles me habían reservado. Me senté y todo perfecto. La comida era riquísima. Al lado mío se sentaron cinco chicas solas que se reían mucho. Yo estaba todavía conmovido. Tuve la misma sensación que el protagonista de “Diario de Motocicleta”, sentía nostalgia por algo que nunca había conocido >Ver VIDEO

3 comentarios:

Anónimo dijo...

que maravilla, estoy escibindo y me caen las lagrimas, toos los sentidos expresados subiendo la montaña.no puedo dejar de llorar. Es emocionante, la lluvia, tu llegada, la meditacion, la bajada de esa montaña, parecias un inca que se habia reencarnado en alguien que se llama Dario.
Felicitaciones!!!

Anónimo dijo...

el primer comentario no tiene firma, soy mama, pero no puede escribirlo porque estaba muy emocionada, y yo no existia en esa lectura, solo vos y el Machu pichu y esa montaña

Juan Pasos dijo...

Muy bueno Tibu.
Para mi el mejor sigue siendo el capítulo de Eva. Me encantó.
Yo en Machu Picchu estuve... no sentí mucha energía ni nada por el estilo... lo que sí me gustó muchísimo es subir al Waina Picchu... lo subimos de toque con Natidana.
Tenés que leer "los vagabundos del dharma" de Kerouac... te va a encantar.